¿DÓNDE ESTÁN LOS LÍMITES?

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Lo reconozco, lo primero que hice fue acudir al diccionario de la Real Academia Española. Disculpen mi ignorancia lingüística, pero no tuve más remedio que ir en su busca, quería saber qué significaba aquella palabra que escuchaba por primera vez y que había leído en los periódicos. Esta dichosa crisis nos trae de todo, incluso algo positivo, como una ampliación de nuestro léxico, de nuevas palabras y de conceptos que hasta hace unos años nos eran totalmente desconocidos.

Abro el diccionario y allí se encuentra, escrachar. De origen argentino y uruguayo. Leo las dos acepciones de esta palabra que se ha introducido en nuestro vocabulario diario de una forma tan común, y compruebo que por un lado significa romper, destruir y aplastar, y por otra parte hace referencia a fotografiar a una persona. Si unimos ambos conceptos, podríamos decir que el escrache es el señalamiento que realiza un colectivo, más o menos numeroso, a un individuo, y vamos a añadir en este caso, que es un individuo con cierta relevancia social. Pero no podemos ser ajenos a ello, ese señalamiento viene marcado por actitudes conflictivas y cargadas de tensión, porque no olvidemos que la primera de las acepciones de la palabra habla de destruir y aplastar.

Las historias y situaciones personales derivadas de esta crisis son realmente desgarradoras. El desempleo, los desahucios, las «estafas financieras»,… no son sólo números ni conceptos, son vidas, son amargos amaneceres, días largos llenos de desesperanza y noches insomnes que a veces no desean ver un nuevo día que repita el desaliento del anterior. Ante esta situación, indudablemente la sociedad no puede permanecer impasible ante la falta de una respuesta clara y directa que se le exige a los responsables políticos, los que loable y voluntariamente han decidido trabajar en pos de nuestra sociedad.

Ahora el debate se encuentra abierto, existen opiniones para todos los gustos y las posturas enfrentadas las tenemos a diario frente a nuestros ojos. El fondo y la forma, las causas y los modos de reaccionar. Los escraches han puesto de manifiesto la ruptura entre una parte de la llamada sociedad civil y nuestros representantes políticos, ¿o ya han dejado de ser «nuestros representantes»? Argumentos jurídicos a favor y en contra los encontraremos, incluso podríamos recurrir a nuestra Carta Magna para amparar este tipo de actuaciones, como son la libertad de expresión, de manifestación, de reunión… Pero lejos de buscar una base jurídica que defienda o denuncie este tipo de actuaciones, la sociedad como tal está legitimada para llevar a cabo actos encaminados a defenderse de situaciones de injusticia social, de reclamar a sus representantes que adopten medidas en favor de aquellos que se encuentran claramente en una situación de perjuicio, indefensión, subordinación e inferioridad.

Personalmente entiendo que los escraches son una evolución de las grandes manifestaciones de carácter reivindicativo, de aquellas concentraciones en las que el número de asistentes se convierte prácticamente en el principal problema objeto de discusión. Cuando se celebra alguna gran manifestación, las entidades organizadoras dicen que el número de manifestantes es tal, pero después llega la administración de turno y deja ese número en algo insignificante. A la vista de que estas grandes manifestaciones se han convertido en herramientas poco útiles para cambiar los principios y las ideas de un gobierno, estas grandes concentraciones sociales se han transformado en pequeñas manifestaciones y se han individualizado los destinatarios de las protestas. La queja colectiva contra un grupo político, a veces convertido en un ente impersonal, se ha transformado en la manifestación contra personas concretas, personalizándose en aquellos rostros públicos más cercanos a los ciudadanos. Este nuevo modo de protesta, asimilado a «guerrillas sociales», y ruego que no se sintetice la idea en este último concepto porque se hace a título meramente de metáfora, pretende modificar la estrategia de lucha por alcanzar un objetivo, como es cambiar los mecanismos jurídicos que van en contra de los intereses generales de carácter eminentemente social.

Es difícil posicionarse a favor o en contra de este tipo de medidas, resultar aséptico y objetivo a estas alturas es sinceramente casi imposible. Pero si como ciudadanos de a pie comprobamos que los foros de la representación popular, como son los parlamentos nacionales, autonómicos y plenos de ayuntamientos y diputaciones provinciales, se encuentran a veces cerrados al acceso de los ciudadanos, entiendo perfectamente que se quiera buscar a nuestros representantes políticos en otros lugares y exigirles que cumplan con sus obligaciones, con las que se comprometieron por escrito, y más cuando recuerdo que ellos vinieron a buscarnos a nuestras casas y lugares de trabajo a pedirnos el voto. Los ciudadanos tenemos derecho a levantar la voz cuando comprobamos que nuestros representantes políticos no explican el motivo de porqué se toman determinadas decisiones. Pero no obstante todo lo anterior, los ciudadanos tampoco podemos caer en el error de utilizar determinadas herramientas de protesta que puedan suponer una intromisión en la esfera privada del representante político, o de cualquier ciudadano, y en el caso que se produzca una transgresión de este ámbito, dichos actos deben ser objeto de su correspondiente reprobación.

Ahora bien, un grupo o «piquete» con pancartas en la puerta de tu casa o de tu lugar de trabajo y el vocerío (y no entro en consideraciones de si se han producido palabras que puedan resultar amenazantes), convierte ese aparente escarnio público en un hecho que merece una especial atención, porque como todo acto de libertad propia, el mismo encuentra sus límites en la libertad ajena. Y pese a que pueda resultar recurrente esta última afirmación, vestida siempre del traje típico de la democracia, sólo quiero plantear una cuestión: como ciudadanos con nuestras propias responsabilidades, ya seamos periodistas, abogados, jueces, representantes sindicales o empresariales… ¿admitiríamos ser destinatarios o sujetos pasivos de un escrache?

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Una respuesta a «¿DÓNDE ESTÁN LOS LÍMITES?»

  1. Buen artículo. Si señor

    Yo creo que España despues de los indignados y de las plataformas contra el desaucio abrirà camino en Europa tambíen con lo de «escrachar».

    «¡Joé, como mola España!» me dijo el otro día un amigo fracés por chat. «van y le escupen en la cara a los políticos…»

    Ya porqué «escrachar», a los franchutes le suena como: «cracher», que en su idioma de pijos, quiere decir: escupir.

    Pues aquí estamos: mejorando el léxico…

    Por cierto no se si perdonaré tu «ignorancia lingüística»…

    Bueno, me lo pensaré… igual te perdono, tomando un par de rebujito contigo a la feria ; )

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