Iba a decir que la vida está llena de casualidades, pero como hay mucha gente que dice que las casualidades no existen, entonces diré que la vida es pura ironía. No puedo negar que hoy escribo no sin cierta dificultad, pero no por nada en especial, sino simplemente porque sé que es probable que mientras pulso sin parar las teclas del ordenador, algunas de mis ideas se pueden a partir de ahora derribar.
Una mañana, una tarde o una noche, recibí un mensaje con una palabra, PLURALIDAD. Como decía antes, por aquellas casualidades de la vida, ¡ay perdón!, por aquellas ironías de la vida, en ese instante por mi cabeza rondaba en silencio un pensamiento que me decía que aún nos queda mucho por recorrer para que exista en nuestra sociedad la verdadera PLURALIDAD. ¡Claro!, a mi interlocutor o interlocutora, permítanme que guarde su anónimato, no le iba a decir que en ese instante comenzaba a tener un debate personal sobre este concepto, porque quizás ni él o ella se lo llegaría a creer, pero si llegas a leer esta entrada, que sepas que así fue.
Somos muy dados a enarbolar banderas, a colgarlas de balcones y mástiles como muestras de identidad. A ondearlas como símbolos de diferenciación y de adoración colectiva e individual. Y no hablo de aquellas banderas que son símbolos de represión y del horror (creo que aquí ya empieza a caerse alguno de mis principios), sino de aquellas banderas que sarcásticamente hablan de libertad, respeto y pluralidad. ¡Vaya!, ya apareció la palabra de la que realmente quería hablar.
En las últimas fechas he sido testigo de escenas que me demuestran como sacamos rápidamente a la calle nuestras banderas, esos símbolos de identidad, que dicen esconder detrás de sus colores, la pluralidad como uno de sus principios rectores. Pues qué quieren que les diga, no comparto una bandera, ni ninguna otra, que se apropie de dicho principio y en el fondo no la lleve a la realidad (aquí se empieza claramente a ver como se me caen mis propios principios).
La expresión de la cultura de un pueblo o de un movimiento social; de los sentimientos individuales y que son mucha de las veces, propios de una colectividad; de los ideales políticos, como herramienta para el desarrollo y crecimiento de nuestro mundo; de los movimientos religiosos y sus formas de expresión de cara a la sociedad; y las tradiciones enredadas en nuevos tiempos… La pluralidad se encuentra en cada rincón de nuestro día a día, en pequeños detalles insignificantes de nuestra convivencia diaria. Y aunque la enarbolemos como seña de identidad, al final, no nos duele en prenda olvidarla para hacer que nuestros ideales se encuentren por encima del resto, despreciando éstos sin ningún tipo de piedad.
Que cada uno y cada una saque sus propias conclusiones, pero me da que aún nos queda muchas banderas sin tela, sin esa tela de la verdadera pluralidad.
Una respuesta a «AÚN QUEDAN BANDERAS SIN TELA»