CIUDAD DE PASO

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Me marcho;
de nuevo marcho
con la llave del regreso
en el fondo del bolsillo.
Me marcho
porque no sé cómo escapar de ti,
de tus luces y de tus sombras,
de tu aire irrespirable
que llena mis pulmones.

No me giro para observarte,
porque sabes como nadie
dejar turbia mi mirada
con los ojos encharcados,
con la boca seca
de quemar tus noches a besos,
de despertar en una calle cualquiera
que no nombro,
por el anonimato de volver a ti.

Me marcho;
me marcho y escribo con minúscula
un adiós que no se despide,
un hasta pronto que se hará eterno,
porque fuiste mi ciudad de paso.
De paso, me quedé en ti.

 

(A Madrid)

TODOS SOMOS EMOTICONOS

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Me hubiera gustado ver las caras de los doce apóstoles. Ser testigo de las miradas, las voces y los silencios de los seguidores de Jesús. Los rostros de aquellos hombres que tras los pasos de un Mesías habrían mostrado gestos de admiración, miedo, tristeza, y quizás mucho de sorpresa. Lamentablemente no contamos con una imagen de aquellos instantes, pero si pudiera viajar en el tiempo, me hubiese gustado ser una cámara fotográfica, abrir el objetivo y retratar las expresiones de aquellos hombres.

Han pasado más de dos mil años y hoy sí podemos detener una imagen en el tiempo. En esta sociedad donde la comunicación visual se ha vuelto tan importante, incluso más que la comunicación oral, esos llamados a ser líderes sociales, ya sean en el mundo de la política, de la empresa o en cualquiera ámbito de nuestra sociedad, cuentan con sus fieles seguidores, porque sin ellos, no serían nada, ni nadie. Estos apóstoles de la modernidad, de este nuevo mundo donde la tecnología, la inmediatez, la brevedad, lo efímero, la apariencia y la fácil palabra que sirve igual para un discurso pronunciado por unos que por otros, es aplaudida y vitoreada por esos personajes secundarios, en la gran mayoría extras de una película, en la que todos hemos participado en alguna ocasión.

Supongo, y como no puede ser de otra manera, que en todo ese juego de la comunicación, las estrategias han cambiado con el paso de los tiempos. Todavía existen líderes que se suben a un escenario y permanecen en esa extraña soledad, que se mueven por unas tablas donde los atriles del pasado ya han desaparecido, y no sólo lanzan mensajes orales, sino unos mensajes gestuales que quizás hayan tomado incluso más importancia. Pero junto a ese tipo de líderes que aún adoptan estas formas de expresar su liderazgo, hoy nos encontramos con otros muchos que aparecen públicamente rodeados de sus apóstoles. Esos altivos predicadores cuando comienzan a pregonar sus discursos, se encuentran amparados por esos idolatras que aseveran con sus miradas y sus gestos, con sus expresiones faciales, cuantas palabras salen de los labios de esos «maestros del presente».

Hoy ejemplos de ese tipo de personajes secundarios los estamos viendo a diario en muchas ruedas de prensa, «improvisadas». Quizás sea más visible en el ámbito político, pero que no faltan en otras esferas de nuestra sociedad en la que los líderes rodeados de sus acólitos, son ayudados a escenificar sus gordas y fáciles palabras gracias a estos extras que los acompañan a su alrededor y que aunque ahora pretendamos negarlos, en algún momento todos hemos sido, y seremos, emoticonos de esos líderes que pretenden guiarnos en un camino que al final todos tenemos que construir.

SIEMPRE HAY UN DÍA PARA TODO

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Son las ocho y la alarma del reloj ha querido traerme a este mundo. Lo cierto es que desde las siete de la mañana mis ojos ya se encuentran abiertos y como cada amanecer parece que escucho la voz de mi madre, ¡Juan! ¡Juanito Canela!, ¡¿te quieres levantar ya de una vez?! La vida será muy bonita, sí, pero también es muy puta. Se llevó a mi madre cuando yo tenía tan solo doce años, y la verdad, no pasa un día que no la eche de menos. Dicen las malas lenguas que desde que ella se fue, me quedé como el tonto del pueblo. Pero,… ¿saben una cosa? este pueblo es el que hoy sigue siendo un tonto, tan tonto, como desde el ayer.

Los viernes en el Mercado de las Almenas no son un día cualquiera. Desde bien temprano los puestos se llenan de gente. Aunque Perico, el guardallaves del mercado, dice que ya nada es igual, que ahora la plaza de abastos no se llena de aquellas mujeres que antaño venían a diario a comprar. Sin apenas mirarle a los ojos, le digo que ahora vienen por fin los hombres y que todo empieza a cambiar, pero de su mirada se desprende un cierto enojo, y bueno, no lo quiero enfadar. En fin, no quiero discutir, porque tiene muy mal genio y no tardaría en decirle al Alcalde cualquiera de sus mentiras, y no me gustaría que los municipales volvieran a llevarme al calabozo, como aquella última vez.

No es el olor a pescado ni a chicharrones. Y no sé si son las flores, o realmente el qué, pero hoy el mercado tiene un aroma especial. ¡¡Ah!! ya veo, tantos corazones colgados me dice que es el día de los enamorados. Sin embargo, no creo que este día sea el que haga diferente al mes de febrero, sino que al ser un año bisiesto, febrerillo el loco se alarga por un día más y supongo que traerá un acontecimiento que a muchos, nos sorprenderá.

Paco y María, los carniceros, hoy no paraban de discutir. Bueno, hoy no, siempre están discutiendo. Ni porque sea el día de los enamorados, detienen por un momento esas estúpidas palabras que se cruzan sin parar. Los clientes siempre sonríen cuando los ven de esta manera. En el fondo, saben que ambos interpretan su papel en este teatro de la vida y que al final de la mañana terminarán dándose un beso. Pero no un beso cualquiera, sino uno de esos de besos de película que yo nunca he logrado saber como pueden ser.

_ ¡Que no María, que yo no celebro nada, que lo sabes muy bien!. Que llevamos treinta años casados y desde el principio sabes que esto de celebrar los días no tiene significado para mí.

_ Pero Paco, hazlo por una vez, ¿que más te da?

_ María, que cansada eres, siempre con lo mismo. ¿no ves que no servirá de nada? Y tú, ¿cuándo vas a dejar ese dichoso móvil? Que si tanto wathsapp, por aquí y por allá.

_ Mira Paco, ya está bien.  A la primera de cambio, haces como siempre, ya me cambias de conversación.

Ambos guardaron silencio por un minuto, que igual se convirtió en dos o tres. El grito de la carne abierta por los cuchillos afilados rompía el murmullo silencioso de aquel puesto. Sus miradas parecieron alejarse en ese espacio diminuto que ambos compartían a diario, entre el roce de sus cuerpos, que a veces aprovechaban para cualquiera sabe qué.

La sonrisa de María cortó la tensión que se respiraba en el aire y Paco no pudo sino devolverle un guiño de ojos, ese que un día conquistó a su mujer. Se volvieron a mirar y ahora la risa cómplice de los años que llevaban juntos, le hicieron descubrir que cada 29 de febrero ambos celebrarían aquel desencuentro, que hoy los volvió a unir.

A partir de esa fecha acordaron que todos los 29 de febrero, Paco llevaría a su suegra un regalo, porque una suegra sin regalo no está de bien ver, y ese día celebrarían el Día de la Suegra. Y por su parte, María apagaría el móvil por un día, y dejaría ese mundo escondido de las ondas y lo convertiría en el Día sin Móvil, por fin.

Al menos, ahora cada cuatro años tendremos un Día de la Suegra y un Día sin Móvil, porque igual no podemos pasar sin ninguno de ellos,… o igual sí.