Me marcho;
de nuevo marcho
con la llave del regreso
en el fondo del bolsillo.
Me marcho
porque no sé cómo escapar de ti,
de tus luces y de tus sombras,
de tu aire irrespirable
que llena mis pulmones.
No me giro para observarte,
porque sabes como nadie
dejar turbia mi mirada
con los ojos encharcados,
con la boca seca
de quemar tus noches a besos,
de despertar en una calle cualquiera
que no nombro,
por el anonimato de volver a ti.
Me marcho;
me marcho y escribo con minúscula
un adiós que no se despide,
un hasta pronto que se hará eterno,
porque fuiste mi ciudad de paso.
De paso, me quedé en ti.
(A Madrid)
Hay despedidas que (afortunadamente) nunca son completas. Qué bonitos los ‘hasta pronto’ y los ‘hasta siempre’. 😊
Ni siquiera el adiós es una despedida, cuando los recuerdos perviven en la memoria. Gracias por tus palabras
Mejor un hasta siempre.
Un abrazo
Gracias María José, un fuerte abrazo