EL DESTINO DEL PASADO 

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Reloj, de pasado sol y arena,
encierra la música del paso de las horas,
en su moderna máquina de acero.
Comienza su frenesí,
¿dónde ha dejado la pausa de su lento caminar?
En su interior, bajo su cristal,
las afiladas dagas cortan el aire
de un espacio sin oxigeno que se hace irrespirable,
caminando sobre sus pasos acompasados
dejando atrás lo que un día fue,
y tal vez no quiso ser.

En algún lugar de algún momento
tormentas y calmas se encuentran
en esa deriva del juego del tiempo.
Futuro y pasado cruzan sus miradas,
se saben distantes, alejados en silencio
en un presente que olvidamos,
abandonado a ese azar
que se desnuda con ese nombre que llamamos destino.

LOS DESVARÍOS DEL OLVIDO

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Cae la tarde.
Ella, sentada en su sillón de inerte mecía acunada,
espera a la noche que se vista de oscuridad.
Su mirada, perdida,
en la ventana abierta
de un horizonte de futuro con pasado olvidado,
teje entre sus dedos un instante.
La tarde se marcha, para no volver.

Llega la noche, disfrazada.
Silencio de momentos difusos,
callados los instantes del ayer.
Hay recuerdos dormidos
que los desvaríos del olvido
se encargan de despertar.
Traer al presente un recuerdo.
de regreso del desierto de una memoria
donde las huellas se han borrado por tempestades de arena.

Cae la noche.
La madrugada no duerme.
¡Tú!,
en  tu enfermedad,
sólo quieres recordar.

LAS MANOS DE LA EXPRESIÓN

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Hoy he visto unas manos, pero no unas manos cualesquiera, sino una de esas que te hablan, que te dicen que hay una vida en ellas. Su piel tallada por el tiempo, por el invierno y el verano, por las noches de insomnio y aquellos amaneceres eternos. Unas manos de esas que cuando las sientes de cerca te enseñan que la vida no consiste en que pasen los días, porque en sus líneas nunca se leyeron letras, sino que se escribieron palabras que una vez fueron malditas y hoy se dibujan de ilusión.

Esas manos las he visto cerradas, apretando los dedos entre sí, con una sangre invisible, por una rabia callada que nunca dejó escapar. Un mano hecha puño, con fuerza, con mucha fuerza, pero vacía de agresividad y siempre llena de amor. Aquellas manos nunca dieron un golpe en la mesa, pero sí se la dieron a su pasado, y lo convirtió en olvido, en ese olvido que nunca debió existir.

Una mano cerrada atrapando los instantes, haciéndolos suyos, en el silencio y en la soledad. Has mirado tus manos y dejado caer una lágrima. Has querido ocultarlas para nadie adivinara lo que desean, lo que sueñan cada anochecer. Tus manos fueron un día miedo, pero siempre escondieron el valor y la grandeza de quien las utiliza para acariciar al prójimo y hacerles vivir.

Esas manos que son la mirada de los ciegos y los labios de los mudos, hoy se abren de par en par, se extienden llena de paz. Me hablan y me expresan lo que una vez perdió o quizás no pudo encontrar, pero hoy esas manos me hablan de su verdad, son notas musicales del silencio y con sus movimientos son la batuta de esos sentimientos que escondemos por miedo a mostrar.

Hoy he visto unas manos, unas manos que son de verdad.