No me creo la escena de sofá de Rajoy. Ni la falsa oratoria de un profesor de universidad, que es una mala copia del Sr. Keating. No me creo ese adelanto electoral de una presidenta que lo hace a su voluntad, sin mirar al pueblo en general. Ni me creo a la que se llama comunista, que abandona su partido, en esa puerta giratoria que a muchos les da miedo llamar transfuguismo interno preelectoral. No me creo esa autoetiqueta de servidores públicos, cuando mas parecen que son servidores de su propio interés particular.
No me creo ya nada. Lo siento. A estas alturas, ya no hay remedio. Que nadie venga a venderme falsos mensajes de prosperidad, de libertad y de una democracia que mira al pueblo desde un balcón o desde un escenario. Ya no puedo creer a esos líderes que se esconden detrás de un atril o se rodean de sus acólitos, apóstoles figurantes disfrazados de su falsa esperanza y felicidad.
Nos hicieron creer que todos teníamos posibles en los bolsillos, que los proletarios del mundo eran otros. Nos hicieron creer que habíamos abandonado la miseria y la pobreza, y que nos habíamos convertido en la excelencia del primer mundo, donde los demás se tenían que mirar. Pero el mundo se detuvo. Donde hubo luz, se hizo la oscuridad.
Sin avisar, al día siguiente de aquella fiesta, nos despertamos con una extraña resaca. Todos nos levantamos hablando de una prima de riesgo, una mala pariente que de repente se había colado por la ventana de nuestras casas. Sin avisar, despertamos sabiendo que el FMI, al que muchos confundieron con el FBI, daba las instrucciones a nuestros políticos. Aquellos que se habían comprometido con un programa electoral, con un contrato que todos incumplieron, pero que ninguno se hizo responsable de su falta de lealtad.
Y la vieja Europa, agonizaba sin saber donde mirar. Lo único que sabían decir era que Alemania tenía que asumir su papel principal. Y más de una sonrisa se escondía en esos despachos de poder. Quizás los teutones rememoraron ese deseo de ser los dueños de esta Europa descabezada.
De tener posibles en los bolsillos, regresamos a la miseria. Nos dijeron que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, y comenzamos a vivir como en aquella época de la posguerra. Y ahí se encuentran Rafael, Julia, José, Agustin y Serafina, sentados en el sofá. Todos en silencio frente a la mecedora donde descansa Doña Matilde, la matriarca, la que con su pensión esta ayudando a todos a salir adelante.
Al final, y espero que éste no sea el final, lo que está ocurriendo es que en este imposible social, son los padres y los abuelos, los que nos trajeron a este mundo, los que están haciendo un imposible. Están sobreviviendo por encima de sus posibilidades, y todo, por hacer que sus descendientes tengan algún posible en el bolsillo, para poder llevarse algo a la boca.
¿Y a eso llaman vivir por encima de sus posibilidades?
Muy de acuerdo contigo😕
Desgraciadamente es una situación demasiado común. Espero que pronto comencemos a dar normalidad al día a día de cada ciudadano.
Ojalá sea así..Es ya demasiado tiempo…
Ojalá sea asi…Es ya demasiado tiempo.
Descarnado pero al parecer muy real análisis de la situación actual. Apena que un gran país deba soportar esta suerte, que no es tal, sino mala gestión. Sin embargo, lo último que hay que perder son las esperanzas. Cuando se toca fondo, ya no queda màs que subir.
El descreimiento, solo le beneficia a ellos.
El descreimiento podrá beneficiar a ellos, pero al resto nos puede llevar a reflexionar otros modelos de actuación, que no se sustenten en vagos principios, ni oratoria de atril, sino que apoyen en la utopía real, y no en quimeras de palabras redondas que les sirven a todos por igual.
Muchas gracias por tu comentario Almudena
El oxímoron «utopía real», es muy poético. Nada me apasiona más que la poesía, pero no llenemos los bolsillos de versos, que no pueden llevarse a la boca.
Galope
Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar.
RAFAEL ALBERTI
La crisis afecta al mundo. Estas son pruebas de que el capitalismo es un sistema retorcido y caduco. Los altos mandos no tienen la respuesta solo tienen el poder.
Olvidé añadir, amé tu texto.
Muchas gracias. Un abrazo