_ ¡Hombre, Paco! ¿Tú por aquí?
_ Pues sí, ya ves, acabo de llegar.
_ ¿Cómo te ha ido el viaje?
_ Bien…Al principio se me hizo largo, pero ya después casi ni me enteré.
_ Paco, ¿es hora que hablemos, no crees?
_ Sí Carlos, llevas razón, es hora, ya no debemos dejarlo por más tiempo.
El silencio se hizo por un instante como una llamada eterna a su existencia. Sólo se escuchaba el viento que hacía en el exterior y la lluvia que comenzó a caer con fuerza.
_ ¿Qué nos pasó Paco? Esa tarde nos equivocamos, aquellas palabras nos hicieron daño y más daño nos hizo el silencio que mantuvimos durante tantos años. Cada vez que nos cruzábamos por la calle, nuestras miradas se alejaban; nos veíamos en el bar, y tú en un extremo de la barra y yo en el otro. Esperando a los niños en la puerta del colegio, ellos salían juntos de la mano y se separaban para ir en nuestra busca a cada lado del patio.
_ Paco, discúlpame por todo lo ocurrido.
_ Carlos, todo fue un error. Los dos convertimos un detalle insignificante en un mundo. Transformamos un instante de confusión, en una vida de rencor, odio y distanciamiento. Nuestro orgullo nos llevó a no dirigirnos una palabra y mira donde nos encontramos al final.
_ ¿Sabes Carlos? Ahora creo que estamos a tiempo de regresar a una parte de nuestro pasado. No tiene porqué ser lo mismo, pero sí volver a retomar aquellos momentos que no supimos compartir.
El silencio se hizo nuevamente entre nosotros.
Toc, toc, toc, llamé al otro lado del nicho
_ ¿Estás ahí Paco?
_ Sí Carlos, me encuentro aquí, un momento, ahora estoy contigo.
No hay que lamentarse por lo que no hicimos, simplemente hay que hacerlo.
Hola Ana Rosa,
Efectivamente, hay que hacerlo y no estar lamentando lo que no se hizo. Y te diría más, debemos alejar los egos que son precisamente los que nos impiden ese acercamiento entre las personas.
Muchas gracias por tu comentario.
Un saludo.
Juan Antonio