Los segundos y los minutos descontaban un tiempo marcado por una hora y una fecha, las dos de la tarde del 4 de febrero.
Se acercó a su lado, y sin apenas hacer ruido acarició suavemente su mejilla con un beso, con uno de esos besos que se llenan de cariño y contienen una pasión contenida, callada por el instante silencioso de la mañana. Sentado en el borde de la cama, se quedó observándola detenidamente por unos segundos, mirando el lento movimiento de sus párpados cerrados y buscando el destino de una mirada oculta. Ella apenas había dormido aquella noche y el sueño la atrapó a la luz del alba, cuando los primeros rayos de sol asomaban tímidamente entre los huecos de la persiana.
Por un instante Mauro cerró los ojos y con aquel abrazo quiso convertirse en ella. Ansiaba ser el cuerpo de aquella mujer, la mente de aquella joven que dejó pasar aquellos días entre silencios, recuerdos y miedos escondidos en sonrisas. Mauro volvió a besarla, sus labios acariciaron la comisura de su fina sonrisa que escondía un deseo guardado, y mientras sus manos se entrelazaban y sus dedos tejían una sola piel, ella despertó con el susurro de un te quiero al oído.
Los segundos y los minutos caminaban lentamente para llegar a su hora. Han pasado dos meses y la espera se vuelve interminable para llegar al momento de un encuentro esperado y no deseado, dos meses de aquellas pruebas donde aquella fuente de vida fue usurpada, alejada de las caricias y los besos que anhelaba. Y durante dos meses aquel espejo fue el único confidente, aquel cristal odiado tiempo atrás, olvidado durante años por el miedo a mirarse en él, la atrapó cada mañana y cada noche, y en su encuentro con ese reflejo de la realidad y de los sueños, se miraba, se examinaba, pensó en sentirse otra mujer.
Llegó la hora,… los pasillos se encontraban vacíos y las sillas ocupadas por ausentes en silencio. Mientras cruzó sus piernas y se aflojó el pañuelo que llevaba anudado al cuello, sus manos se unieron buscando una sensación de fuerza que parecía haberse marchado, y cruzándose miradas en silencio, ella apoyó su cabeza sobre el hombro de Mauro. Su número apareció en aquel pequeño televisor y levantándose ambos, se tomaron de la mano para entrar en la consulta.
Transcurrieron los dos meses y hoy hace justo un año que llegó la hora y el día. Aquella noche brotaron lágrimas por todos aquellos días de espera, por aquellos dos meses de incertidumbre, pero se derramaron lágrimas y sueños de esperanza por todas aquellas amigas que fueron atrapadas por este maldito cáncer. La metamorfosis más bella de esta vida la vivió Lucía,…sus lágrimas se trasformaron en sonrisas durante este año por haber estado durante 365 días junto a las más hermosas mujeres que jamás había conocido.
Imposible describirla con mãs sensibilidad ..cuántas mujeres pasan por esa larga espera de una respuesta ,de un si o un no de esa agonia interminable y gracias a todos esos Mauros que las apoyan y acompañan en todo momento de su vida!
Preciosa entrada..felicidades.