Números heroicos

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_ ¿Qué hago aquí?- Aquella pregunta me la repetía una y otra vez.

El día se esperaba caluroso. Que estuviésemos en septiembre no significaba nada. Aún era verano y en Cádiz el calor puede llegar a durar hasta el día de Tosantos. Era el primer día de colegio,….era mi primer día de colegio.

Roberto se había licenciado en matemáticas por la Universidad de Sevilla hacía tan solo tres años. Premio Cum Laude y con un futuro esperanzador, su sueño de trabajar en el Centro de Investigaciones Tecnológicas se había ido difuminando poco a poco, y comenzó a estudiar las oposiciones a maestro. Necesitaba trabajar de lo que fuera, se decía cada mañana al despertar, necesitaba ingresar dinero en casa. Su sueño lo aparcaría, lo dejaría a un lado, no era momento de esperar a que se cumpliera el deseo que había nacido durante los años de carrera.

Las nueve de la mañana. Aquellos pequeños monstruos entraron en tropel, con ese ruido que sólo los niños pueden hacer, con aquellas voces de aprendices de la pillería y la burla.

_ ¿Qué matemáticas podrían aprender aquellos niños? – me pregunté en voz baja, mientras se sentaban.

Un batallón de treinta miradas clavadas en mí. Me sonrojé,… me di la vuelta por un instante buscando una pizarra donde escribir y me topé con una digital. _¿Cómo han cambiado las cosas? – fueron las palabras que recorrieron mi mente.

Al volverme, allí estaban aún aquellas miradas penetrando cada silencio que se hizo durante eternos segundos. Los miré uno a uno, y lo único que se me ocurrió fue decir:

_ ¿Sabéis de la importancia de los números? –

El silencio se hizo interminable, hasta que aquel pequeño de pelo negro, sentado junto a la ventana, levantó su mano.

_Dime – Le dije.

_ Sí son muy importantes, mi madre es el número 189.750 y mi padre es el número 4.575.600 –, dijo con aquella voz tímida, apenas audible para los que estabamos cerca de él.

Lo observé fijamente queriendo encontrar una explicación ante aquella respuesta y él se puso a mirar tras la ventana, pareciendo buscar algo en aquel jardín que rodeaba el colegio. Desvié mi mirada hacia el ordenador, buscando el nombre de aquel pequeño….Luis Carretero Gutiérrez.

_ Luis, ¿puedes explicarnos por favor qué quieres decir? – le dije.

_ Sí claro, es muy fácil. Los números son importantes porque mis padres son números, es así de sencillo.-

Luis se puso a mirar a cada lado y continuó:

_Verá usted,… mi madre es la número 189.750 en la lista de mujeres que han pasado por el Hospital de La Merced porque padece cáncer de mama. Es el número que le dieron al entrar aquella mañana por la puerta del hospital para que comenzaran a darle tratamiento para su cura. Es un número más en el Ministerio de Sanidad, pero ese número es muy importante para mí,…. es mi madre.
Y mi padre es el 4.575.600 en la lista del paro. Lleva tres años con ese número marcado en la frente. Al principio lo ocultaba, se sentía señalado, marcado como en un campo de concentración. Hasta que un día comenzó a mostrárselo al mundo, hasta que dejó de ruborizarse cuando se colocaba en aquella fila de números que iban a sellar un pequeño papel con un número marcado.

Don Roberto,… los números son muy importantes. Somos números y dejamos de serlo, para volverlos a ser de nuevo. Pero son importantes, porque detrás de cada número se encuentra mi madre y mi padre, su madre y su padre y la madre y el padre de aquel.

¡Ah! por cierto don Roberto….mi madre ya no tiene ese número, le han dado otro,… se ha curado, pero de ese número ya nadie habla, aunque yo creo que también deberían hablar de él. Y mi padre,….mi padre todavía tiene ese número, pero parece que lo dejará de tener..