El abrazo de dos aguas

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Quise regresar a ti para ver las entrañas de tu nacimiento, al inocente vientre de tu vida, saborear la frescura de cada momento a tu lado, el sonido de tu voz susurrante y la ternura de un comienzo lleno de fuerza. Aquella mañana, cuando los rayos de sol buscaban la libertad entre las nubes y acariciaban las ramas de los árboles que te rodeaban, me senté junto a ti y te observé brotando de entre las piedras. Necesitaba que volvieras a enseñarme que en el nacimiento de tu camino se encuentra la verdadera pureza del recorrido de esta vida. Aquellas montañas te daban refugio y te protegían de los ladrones de sueños, de aquellos que cada noche se acercaban a ti para llevarse parte de tu ser; cumbres que te daban la fuerza necesaria para iniciar este viaje, para empujarte a recorrer el camino que se abría delante de tu esperanza.

Me hablaste en voz baja y me pediste que te acompañara, que recorriera contigo tu lecho, que sorteáramos juntos cada curva y pendiente, cogidos de la mano, unidos por un deseo común de vivir esta experiencia de otra manera. Ya casi no lo recordaba, mi mente había querido olvidar aquel primer tramo de nuestro recorrido, de aquellos momentos del pasado que vivimos con tanta rapidez, con una inusitada fuerza, que erosionó parte de nuestros cuerpos, pero que pulieron nuestros corazones. En este nuevo viaje, en el curso alto de tu cauce, el recuerdo del pasado nos parece lejano, pero descubro que es en ese momento donde nos encontramos con la verdadera fuerza de nuestra vida, el que nos ha enseñado a ser tal y como somos. Hoy ya no olvido esa parte de nuestro trayecto y hoy ese recuerdo se me hace cada vez más intenso.

El descenso por tu cauce fue continuo y apenas nos detuvimos en varios remansos que nos encontramos, donde nos miramos, reímos y dejamos caer algunas lágrimas. En el curso medio de tu lecho, poco a poco comprobamos como el terreno se hizo algo más liviano y sereno, menos pronunciado, y no resultó fácil sortear aquellos obstáculos que se nos presentó, que aprendimos a afrontarlos y a enfrentarnos a ellos. Cuantos meandros descubrimos y tuvimos que recorrer juntos, cuanto vértigo entre aquellas curvas, momentos a veces llenos de ansiedad y angustia que parecieron interminables, e instantes otras veces repletos de una emoción añorada.

Bajando entre aquellas corrientes a veces inapreciables, de repente un cierto remanso de paz pareció haber llegado a nuestro viaje y ante aquella aparente calma, en el cauce bajo de tu cuerpo, nos tomamos de las manos con más fuerza aún. Al mirarte, vi como tus ojos se enturbiaron, parecieron haber cambiado incluso de color, habían perdido el brillo y la transparencia del comienzo, y sin embargo en tu fondo había una gran fuerza interior, se te veía lleno de vida. Una vez me dijeron que en aquel momento se acercaba el final, que allí terminaba todo,…pero me negué a admitirlo, en aquel lugar no podía acabar el trayecto, aquel lugar era la puerta de entrada a otro viaje, de un nuevo camino por recorrer.

El viaje por un río es el viaje por la vida y ¡¡no!!… no creo que el río muera en el mar. El agua dulce del río se abraza al agua salada del mar y … no hay muerte, hay vida. Una vida más intensa, llena de nuevos contrastes y cuyos sedimentos no son el final, son el principio de un nuevo trayecto, de un mundo lleno de riqueza, de una nueva esperanza, con sus miedos e ilusiones, con sus lágrimas y sus sonrisas,….es el abrazo de dos aguas que alimentan la vida.

¡¡Todo llega!!

Eres como el agua de las montañas,
cuyo viaje tiene que recorrer
lechos agrietados,
de piedras, meandros y pendientes.
Sueños rotos,
sueños vivos y esperanzas
para llegar a un final.

Caminos vertiginosos,
salto de obstáculos,
aguas bravas y calmadas
para llegar a su destino
en un remanso de paz.

Aguas que recorren cauces
que a veces no alcanzan el mar,
quedando el alma aprehendida
en el camino recorrido,
el que contiene la vida
y ahí….
ahí encuentra su final.

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Una respuesta a «El abrazo de dos aguas»

  1. El rio siempre busca su lugar que es el Mar con más o menos dificultad,y ahí se unen en un intercambio,en una unión o en un abrazo como tú dices.
    Un abrazo profundo donde descubren tantas cosas y sensaciones,no libres de mareas,aunque al final se unen en un reemanso de aguas puras y cristalinas.
    Muy bonita tu entrada.
    Gracias.

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