En aquellos días la ciudad estaba más caótica de lo habitual y el tráfico era insoportable. La reunión de los presidentes de los países de la Unión Europea había provocado un notable incremento de los controles de seguridad y el cierre a la circulación de las principales calles y avenidas de Sevilla.
Llegamos al aeropuerto a toda prisa, con el tiempo muy justo, dejamos el coche en el parking mal estacionado, y casi sin hablarnos nos dirigimos corriendo a la puerta de salida. Justo antes de entrar por aquellos pasadizos serpenteantes que daban acceso a la puerta de embarque, nos abrazamos para despedirnos y nos besamos casi sin acariciarnos los labios. De repente, en la pantalla se anunciaba que el vuelo IB2025, con destino a Barcelona, saldría con retraso, nos miramos y tuvimos un gesto de contrariedad e impotencia.
Aquello fue un instante, pequeño en el tiempo, casi inapreciable, pero fue un regalo del destino, aquel suceso casi inesperado era el momento adecuado para decirle lo que en el coche, en el trayecto hasta el aeropuerto, no le había dicho:
Cariño,
ha sido un gesto inconsciente.
Ayer, cuando el pequeño se fue a la cama, quise decírtelo,
me dijiste que tenías que ver las notas del trabajo,
y yo, yo busqué también una excusa para no hablar.
Al final, te lo quiero decir,
te di la espalda, pero realmente no había intención.
A veces, cometo estos errores,
y sólo puedo pedirte disculpas.
Parece que no encontramos el tiempo para hablar,…..
Pero sentado en aquella incómoda silla de plástico durante más de una hora, esperando al vuelo que me llevaría a Barcelona, me dí cuenta otra vez, recreé en mi cabeza ese solo instante, pequeño, muy pequeño, y me repetía, por qué esas palabras no te las dije antes de entrar en la zona de embarque, por qué he creado una conversación inexistente, por qué en el momento de ver que el vuelo saldría con retraso, en lugar de despedirme de ti con un abrazo frío y distante, no decidí estar junto a ti, y haber tenido estas palabras que sólo han permanecido en mi cabeza y nunca salieron de mis labios.
Cuantas veces no ocurre lo mismo, cuantas veces se repite la misma historia, siempre soñando unas palabras que se querían haber dicho y que siempre hemos dejado pasar, perdiendo palabras en el silencio y recreando historias que simplemente se quedan en el pensamiento.
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