En los últimos tiempos, los ciudadanos en general, y los juristas en particular, nos hemos convertido en testigos directos de la aparente actividad de nuestra clase política, en la profusa labor de aprobación de leyes y decretos que se integran en nuestro ordenamiento jurídico, con la intención de introducir medidas y reformas en nuestro sistema social y económico, bajo el digno pretexto de favorecer la «salida de la crisis».
Pero hay una cosa que me viene llamando especialmente la atención, las exposiciones de motivos de todas estas nuevas leyes, son particularmente breves, sin apenas contenido, y todas contienen el mismo argumento, que dice «en este contexto de crisis se hace necesario». Resulta llamativa la poca atención que el legislador le da a las exposiciones de motivos y, sin embargo, éstas son muy importantes, porque nos dicen el porqué, pero especialmente nos dicen el para qué nace esa nueva ley, contiene el ESPÍRITU, es donde se ve la intención, la idea, la reflexión previa que se tiene que hacer antes de entrar en la regulación propiamente dicha. Me preocupa, sinceramente, porque quizás esto demuestre que se está legislando sin llegar a hacer una reflexión previa, sin explicar al ciudadano el porqué y para qué de la ley. Estamos perdiendo el espíritu.
Pero también me preocupa que estas leyes, que se espera que perduren y permanezcan en nuestro ordenamiento jurídico durante un largo tiempo, mantengan un elemento lleno con un matiz tan negativo, como es el concepto de crisis, porque dudo mucho que nuestros legisladores sepan ni conozcan la acepción que el vocablo crisis tiene en el mundo oriental.
Espero la reflexión del político y que sepa desterrar los conceptos negativos en las leyes que aprueban.