A TRAVÉS DE TUS OJOS

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No quiero ilusionistas en el escenario
que mezclen naipes de una baraja trucada,
ni saquen una paloma bajo un pañuelo
ni un conejo de la chistera.
No quiero actrices de alfombras rojas,
protagonistas de películas que solo cuentan
ciento noventa minutos
de fotogramas vacíos de momentos.
No quiero un reloj
que tenga miedo a detenerse
y olvide que el tiempo
no es lo que oscila dentro de su esfera.

Solo quiero la magia
de quien no hace trucos de manos,
pero sabe desnudar las palabras
con las caricias de unos dedos.
Solo quiero la magia
de quien sabe convertir el silencio
en la banda sonora de las letras
que se deslizan por tus labios.
Solo quiero esa magia que tienes,
que me enseñes a mirar
a través de tus ojos
y me descubras la realidad escondida
de esas otras historias.

UN AMOR EN EL TRASTERO

 

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Las dos entradas de un cine de verano, de una película que ya no recuerdo, pero que esperamos hasta el final para ver los títulos de crédito. La letra de una canción de un grupo que desapareció sin dejar rastro y que han repuesto en un programa de televisión un domingo por la tarde de este invierno pasado. Las cartas arrugadas dentro de los sobres abiertos, salvo la última que no tiene matasellos, ni remite, pero que dejé en el buzón de tu casa pero que nunca leíste, y me la devolviste por debajo de la puerta. La fotografía de un atardecer en la playa de nuestro primer otoño juntos. El bolígrafo de tinta roja con el que dibujaste en una servilleta de ese bar que cerramos al amanecer, un corazón atravesado por una flecha, pero que se difuminó una tarde de lluvia y tormentas. Un libro de poemas que no tiene dedicatoria, pero en el que escribiste tu nombre en todas las páginas impares. Una fotografía tuya tamaño carnet y otra que aparece rota por la mitad, porque algunas historias se quedaron a medias. Una cinta de casete donde grabaste tu voz para que me fuera la cama escuchando tus buenas noches. La postal que no enviamos de cuando estuvimos el fin de semana en Barcelona y pusimos en la puerta de la habitación del hotel la tarjeta de do not disturb, porque decidimos comernos el please. Nuestra última cajetilla de tabaco, donde quedaron tus labios marcados en la boquilla del último cigarro que nos fumamos juntos.  

Esta mañana estuve ordenando el trastero y colocando las cajas en una estantería de metal.