EL DESTINO DEL PASADO 

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Reloj, de pasado sol y arena,
encierra la música del paso de las horas,
en su moderna máquina de acero.
Comienza su frenesí,
¿dónde ha dejado la pausa de su lento caminar?
En su interior, bajo su cristal,
las afiladas dagas cortan el aire
de un espacio sin oxigeno que se hace irrespirable,
caminando sobre sus pasos acompasados
dejando atrás lo que un día fue,
y tal vez no quiso ser.

En algún lugar de algún momento
tormentas y calmas se encuentran
en esa deriva del juego del tiempo.
Futuro y pasado cruzan sus miradas,
se saben distantes, alejados en silencio
en un presente que olvidamos,
abandonado a ese azar
que se desnuda con ese nombre que llamamos destino.

SIN PALABRAS

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Sin palabras en el aire.
No fue silencio.
El viento eterno que viene y va,
que nos lleva y nos trae de este mundo
de un sueño a esta realidad.

Sin palabras en la hoja desnuda.
No fue silencio.
La blancura de su piel se dejó tatuar
por la tinta del deseo difuminado en el tiempo,
entre el paso de las horas que se rompen a su caminar.

Sin palabras en la noche.
No fue silencio.
Fronteras impensables de dos miradas en la oscuridad,
de la luz añorada que el pasado se llevó sin mirar.

Sin palabras en las caricias.
No fue silencio.
Roces de piel callados
fueron susurros de una voz en la madrugada.

Con palabras en nuestros ojos,
llegó el silencio en los labios olvidados.
Palabras que un día fueron heridas
hoy se desnudan en el abrazo soñado de cada amanecer.

ATRAPADO POR EL TIEMPO

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Es temprano, bueno creo que no tanto. Hora de desayunar. Una tostada con aceite, un zumo de naranja y un café. Solo,…sí desde hace unos días sólo desayuno con la compañía de la radio y el periódico.

Son las doce de la mañana. Hace calor. Desde la ventana de la oficina el tráfico se ve intenso. Ha sonado el móvil. Se corta la llamada. Suena otra vez. La melodía del móvil es diferente cuando tú llamas. No eres tú.

Es viernes, es la hora de nuestra cerveza, de compartir ese aperitivo en el bar de siempre. De charlar, de contarnos como ha ido la semana. De reírnos un rato. De hablar de los recuerdos y enterrar los olvidos. Ha sonado el móvil. Eres tú. La cerveza pierde su espuma, se calienta. No llegas.

Te he llamado. Tres, cuatro, cinco tonos. Ausente. El buzón de voz me ha contestado, hablar con esa máquina, hablar para el silencio. Tu voz me gusta más. Creo que el café de esta tarde lo tomaremos otro día.

Anochece, resfresca, el día se acaba, los ojos están cansados. En la calle hay fiesta, en la casa silencio. Suena el móvil. Un whatsapp. Eres tú. Sonrío. Lo miro y ese mensaje: «discúlpame, es que no tengo tiempo».

¡No tengo tiempo!, ¡no tengo tiempo!, ¡no tengo tiempo! Malditas palabras que se repiten en mi cabeza, que ahogan mi respiración. Lágrimas.

Tus disculpas han terminado con nuestra amistad. Esa estúpida excusa de decir que no tienes tiempo, es una excusa poco elegante de ti. Todo cambia, nada será igual.

Ya no tienes tiempo.

Ahora he comprendido que ya no soy un tiempo para ti.

Nota.- Despierto en la madrugada, te envío un SMS: Mañana te llamo.