DE MUJER A MUJER

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Observo esta noche el espejo donde te has mirado,
en tus labios que han dejado paso a esa boca
perfilada con el carmín de una rosa que ha estallado en invierno.
Observo en el cristal dónde se encuentra tu mirada,
tus ojos ignorantes del momento en el que el rímel
sabrá deslizarse en algún momento.

Observo tras la mirilla cómo se alejan tus pasos,
sin poder tomarte del brazo,
porque nunca olvido cuando me dabas la mano.
Observo esta madrugada que los cuentos de hadas,
que las princesas con tacones de cristal
que viajaban en calabazas convertidas en carruajes,
corren por la boca del metro abiertas al amanecer.

Observo tu cama vacía, el frío pegado en las ventanas,
tus cascos sonando con una canción
que no puedo tararear porque mi garganta no traga saliva.
Observo tus fotografías colgadas en la pared,
el tiempo que se nos ha marchado,
las arrugas de mi piel.

CORAZONES DE CRISTAL

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No creo en esas Cenicientas protagonistas de cuentos,
en esas aspirantes a princesas que huyen en la media noche.
Las que regresan a sus casas en carrozas adornadas de lujo,
tiradas por corceles que sirven de lacayos
a los que pagan con dos monedas arrojadas con desprecio.

No creo en esos príncipes convertidos en zapateros
que se enamoran de lo primero que ve,
y que no saben lo que es el amor a primera vista,
ese que el ciego sabe ver, porque es el único,
el único que tiene ojos que conocen lo que es mirar.

No creo en ninguna de esas historias de finales,
en ninguna de sus moralejas escritas sobre un papel.
Solo creo en esos corazones de cristal,
lo que se rompen en silencio durante las madrugadas,
pero que con en el amanecer que se cuela entre las cortinas,
saben lo que es levantarse, poner los pies en el suelo, y volver a caminar.

SIN PALABRAS

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Sin palabras en el aire.
No fue silencio.
El viento eterno que viene y va,
que nos lleva y nos trae de este mundo
de un sueño a esta realidad.

Sin palabras en la hoja desnuda.
No fue silencio.
La blancura de su piel se dejó tatuar
por la tinta del deseo difuminado en el tiempo,
entre el paso de las horas que se rompen a su caminar.

Sin palabras en la noche.
No fue silencio.
Fronteras impensables de dos miradas en la oscuridad,
de la luz añorada que el pasado se llevó sin mirar.

Sin palabras en las caricias.
No fue silencio.
Roces de piel callados
fueron susurros de una voz en la madrugada.

Con palabras en nuestros ojos,
llegó el silencio en los labios olvidados.
Palabras que un día fueron heridas
hoy se desnudan en el abrazo soñado de cada amanecer.