AMANCIO Y EL POLIAMOR

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¿Bajan las aguas revueltas?

Quiero pensar que no. El altavoz de los medios de comunicación y el de las redes sociales no tienen el foco puesto en la noticia, en esa noticia, y por lo tanto, el tiempo pasa y una vez más, todo se diluye. 

Hace ya unas fechas, Amancio Ortega salió, voluntaria o involuntariamente, en los medios de comunicación y en ese ventilador de las redes sociales, cuando él, sus empresas, sus fundaciones o lo que realmente sea, puso a disposición del sistema público de salud, herramientas o instrumentos (en definitiva, recursos económicos) que iban destinados a dotar a determinados hospitales públicos de equipamiento para la lucha contra el cáncer. Las portadas de los periódicos y los telediarios recogieron la noticia, y los debates televisivos y radiofónicos que ahora reúnen a esa nueva especie del género humano que son los tertulianos, llenaron horas y horas con debates y opiniones en uno y otro sentido, y con las indudables muestras de apoyo y de rechazo ante la iniciativa (y todo eso tomando en cuenta que no era la primera que sucedía).

La escritora, poeta, periodista y doctora por la Universidad de Princeton, Azahara Palomeque (@Zahr_Bloom), desde su «exilio» estadounidense de Filadelfia, hace unos días que recuperó a través de Twitter un artículo suyo publicado el 6 de junio de 2019 en el Periódico de Extremadura, titulado «Contra la filantropía», en el que abordaba las polémicas donaciones realizadas por el empresario gallego al sistema de salud. Efectuaba su reflexión desde la perspectiva de su conocimiento cercano y directo del sistema de salud norteamericano, y manteniendo con exquisita distancia, aquel sistema, del que gozamos a este lado del océano. En su artículo, la autora realiza una reflexión sosegada y lo finaliza con una frase demoledora: «La filantropía destruye así un tejido cívico, político, que es esencial para que podamos seguir llamándonos democracia».

Cuando leí el artículo, me lancé al diccionario de la RAE porque en ese momento pensé que quizás había olvidado el significado de aquella palabra. Filantropía: Amor al género humano. No era cuestión de llevarse una sorpresa, pero creo que los veladores de la lengua española o castellana no se extendieron demasiado, o mejor dicho, que quizás prefirieron dar un carácter más poético al significado de esta palabra. Pero como la duda seguía existiendo, busqué su raíz etimológica e intenté encontrar el origen y el espíritu de la palabra en cuestión. Entre una y otra fuente consultada, por fin pude conocer el alcance del verdadero significado de la palabra que abría la última frase de aquel artículo.

Filantropía. El amor como eje central de su significado y la generosidad como adjetivo que lo acompaña. El destinatario: el género humano. Del concepto de amor es casi mejor no hablar; del género humano, menos aún; y de la generosidad, hay que detenerse en el sentido más literal: no recibir nada a cambio, el desinterés más absoluto. Ante ello, la primera duda que se me surge es: ¿es el amor generoso y desinteresado?

No creo que Amancio Ortega haya tenido un ataque de poliamor romántico, y no creo que haya sufrido un desdoblamiento de personalidad y el espíritu de Teresa de Calcuta lo haya alienado. Pero no tengo razones para dudar acerca de su gesto, que quizás no esté lleno de amor, ni siquiera de generosidad, y menos aún de esa interpretación literal e incluso teleológica de la palabra filantropía.

Sea como fuere, creo que en este país seguimos y seguiremos pensando que el gran capital carece de ese amor al género humano, de esa generosidad, de ese desinterés. La filantropía tiene sus detractores y necesita que los tenga, porque eso hace enriquecer el debate propio de una sociedad avanzada. Pero me acuso. Me acuso de ser inocente. Inocente del disparate de querer pensar que existen personas (empresarios), incluso ese que es una de las mayores fortunas del planeta, que sean capaces de tener un gesto de amor al género humano. A veces, mi cabeza juega a pensar en esos disparates. Y en ese disparate, estoy pensando entonces que una parte de nuestra sociedad opinará que eso que llaman responsabilidad social corporativa es otra farsa de nuestro sistema, una forma de maquillaje que el sector empresarial se ha inventado como una máscara para lavar la imagen de los empresarios, que ahora llaman emprendedores. Y entre esos disparates con los que juega mi mente, y aunque la palabra no la recoja la RAE, me pregunto si tenemos un engrama mental respecto de la condición malvada de la figura del empresario que tenemos a este lado del océano. 

Regresando a la filantropía y a su capacidad de destruir el tejido cívico, y considerando al civismo como un elemento vertebrador de nuestro propio sistema de organización, me preocupa entonces tan lapidaria afirmación. Porque no podemos olvidar que el empresario como ciudadano que integra la estructura de la sociedad y mantiene intereses con la comunidad (por no llamarlo país), estaríamos apartándolo de ese tejido cívico (e incluso político), con el riesgo de que entonces la democracia, pueda ser al final, menos democracia.

Quizás debamos revisar el concepto de filantropía y que el diccionario de la RAE recoja otras acepciones de esta palabra, para cuando bajen las aguas más revueltas, porque volverán a bajar y quién sabe si con más fuerza, pensemos que no existe realmente amor al género humano.

 

PLEASE PLEASE, POR FAVOR

 

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Hoy he despertado very very happy y voy a celebrarlo. Voy a hacerme un selfie con mi nuevo smartphone que compré el día del Ciber Monday, y me vestiré casual con unos jeans que para no desentonar lo compré por Amazon por cinco euros en el Black Friday. Aunque mi look no sea muy cool recién levantado, con el photoshop todo tiene arreglo, porque lo importante es lucir muy fashion para empezar el día.

Tengo un día por delante de mucho trabajo. Debo cerrar algunos business mientras tomo algo en el catering antes de los casting que tengo por la tarde y elegir los nuevos top models de la próxima temporada. Al salir del trabajo, quiero pasar por el gym y con mi personal trainer haré algunos ejercicios de bodypump. Y estoy deseando que llegue la noche para acabar en el afterbeach y tomar algo durante el happy hour y bailar el último hit que pinchará ese nuevo DJ que está moda y hacer un break antes de irme a dormir.

Todo el mundo imagina que mi día a día es muy nice. Llevan razón, no voy a negarlo, así que please please, que nadie venga a jorobarlo. 

A estas alturas ya sé lo que piensas de mí, pero no te metas con mi privacy. Que suba fotos al Facebook, al Twitter o al Instagram no significa que sea hot, sino que es la única manera que tengo de ser protagonista de este reality show en el que todos vivimos. Y por cierto, no te creas todo lo que por ahí dicen de mí, eso son solo fakes news. La gente habla sin saber, porque cultura no me falta ya que soy un gran lector de los mejores best seller del mercado, recibo cada día decenas de newsletter en mi bandeja de email, y veo los programas de mi TV que se emiten en prime time y ganan cada día en la guerra del share, mientras otros no paran de hacer zapping.

Pero si quieres saber más de mí, no me mandes SMS, envíame un mensaje por WhatsApp y quedaremos para tomar un piquislabi. 

EL OTRO DÍA DEL LIBRO

 

Acaba la semana y lo hace con la extraña sensación de que vivimos en una sociedad que no tiene fijado un rumbo concreto, que nos encontramos instalados en un aparente desorden, donde nada parece funcionar como todos deseáramos. Finaliza una semana donde comenzamos con la fiesta de los libros y de las rosas, donde el territorio de la palabra, de las historias y de la imaginación reivindica, como cada año, su lugar para cambiar este mundo. Sin embargo, el paso de los días ha convertido a esta  semana en una pésima obra de teatro, una mala película de esas que reponen los sábados por la tarde y que no sirve ni para entretener, y donde de nuevo las cloacas rezuman la miseria de los seres humanos y la otra justicia que reclama un pueblo, temo que un día pueda encontrarse de frente ante sí misma y después no sepamos escapar de ella.

Termina la semana, pero acaba con la esperanza infinita de que en nuestras manos está que sabremos tomar el timón de esta travesía y con el deseo de que en los libros encontremos la manera de cambiar para mejor nuestra historia. Y lo digo porque la semana que comenzó con esa celebración, ha olvidado rápidamente esa misma celebración.

Desde aquí quiero expresar mi agradecimiento infinito tanto al CEIP Marqués de Santa Cruz (El Puerto de Santa María), como al Colegio Salesianos (Rota) por la oportunidad que me han ofrecido de encontrarme con los más pequeños y de compartir con ellos, el amor por la lectura, por las palabras, por la imaginación, por las historias, por las emociones…por ese otro día del libro que cambiará este mundo.