CINCO CURVAS

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120. 100. 60. 30.

No arde el asfalto
en este otoño de hojas secas
que rebosan las cunetas.
No quema el alquitrán
de esta carretera,
que muda día a día
la piel de una serpiente disfrazada,
que me envenena de morfina,
paracetamol y metamizol.

Qué destino de interrogantes existe
tras la mugre del monóxido de carbono
que oculta la ciudad sin nombre.
De esa urbe apartada en tierra de nadie,
de nada,
de todo.

Punto y final. Acabaron aquí los versos. Llama a la puerta aquella prosa que se mira de frente ante cinco curvas sin descanso. Una montaña rusa te levanta el estómago, te suelta de las cuerdas de un trapecio en el vértigo de dos manecillas de un reloj que te abren como el bisturí de un carnicero; te exhala el último suspiro antes de cruzar por aquellas puertas, selladas por las huellas de unas manos que se deslizan por el cristal, sujetándose a una esperanza que se pierde en el abismo del miedo; te arrojan a un cubo de basura que será olvidado en un vertedero entre flores de plástico. Punto y final. La prosa no muere, pero calla, se calla, se calla; se calla de una vez.

El tiempo se detiene
la garganta se ahoga,
los ojos cerrados
en las huellas de una frenada
que ven pasar las horas y los días,
los días en esa eterna pregunta, de qué día es.
Se marcha en el cambio de turno
con la lluvia imperdonable de este otoño,
de un octubre sin atardecer.

30. 50. 100. 120.

NUNCA PENSÉ CRUZARME CON UN HÉROE 

  

Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

Hoy quisiera hablarles de Paco. Paco no se llama Paco en realidad. Paco se llama también  José, Agustín o Jerónimo. O a través de un simple giro, Paco puede llamarse Carmen, Julia o Maria. Eso tienen algunas licencias literarias,  que se puede de repente transformar un personaje en otro y hacer de la realidad un mundo diferente. Y es que eso de la imaginación tiene más poder de lo que creemos, porque hacemos de ella un mundo, y a veces pienso que la realidad es real gracias al poder que nos da imaginar.

Paco es un poco de todos, pero Paco es tan libre como para no ser de nadie. Paco es un personaje anónimo, un perfecto desconocido para la gran mayoría. Menos para su entorno. Para su entorno es un ser extraordinario, un ser casi único que ha entrado en esa categoría que muchos denominamos, héroe. Lo que ocurre, es que no somos muy dados a no valorar a los héroes anónimos, porque una vez que los descubrimos, y en ese ánimo de infravalorar lo de los demás, deseamos convertirlo en una categoría superior, en esa que no es de este planeta y que llamamos superhéroe, con el simple ánimo de menospreciar. Lo lamento por esos que adulteran el sentido de las palabras. Paco no lleva un traje sobrehumano, ni se pone un disfraz azul con unos calzoncillos rojos, ni capa que le permita volar. Paco no se viste de negro y deambula de noche por las calles de nuestras ciudades, como un salvador de los males y de la infamias que afectan a la humanidad. Paco es un tipo bastante normal que se incluye en la categoría de lo que todos siempre hemos conocido como un ser común, que algunos prefieren injustamente llamarlo vulgar, pero que se ha convertido para los suyos en un héroe al que hay que seguir. 

Eso sí, Paco es un ejemplo a seguir, pero que no a imitar, porque imitar supone perder tu propia identidad y Paco está en contra de todo aquello que te lleve a no ser tú mismo. En eso, en su forma de pensar, Paco es un tipo bastante particular.

Hace unos días, unos lo llamaron temerario e imprudente. Y quizás no le faltaran mucha razón a esos que así lo calificaron, porque es cierto que algo de temeridad tuvo que existir para afrontar una aventura como la que emprendió aquella mañana. Otros, lo miraron con absoluta indiferencia y con una gran dosis de desprecio. La indiferencia todavía la puedo admitir, que no significa que la llegue a comprender, porque comprender lleva mucho de justificar. Pero el desprecio no lo pienso tolerar, porque juega más allá de un tablero donde las reglas no existen, y no entra dentro mis principios que el desprecio se convierta en algo que alabar, cuando más bien, supone algo que haya que erradicar. Pero claro, ese desprecio encuentra aún mucho apoyo por tantos y tantos que a lo largo del día, van por la vida a toda velocidad y menospreciando la vida de los demás. 

Aquella mañana, Paco supo cruzar la frontera y convertirse en un héroe. Paco quizás tuvo esa fortuna que todos deseamos tener, pero que él también se la supo a ganar. Durante el viaje que emprendió aquella mañana vio que otros como él quedaron en el camino. Otros que también recibieron insultos, menosprecios y burlas, yacían olvidados, pero que no dejaron de ser héroes porque el hecho de solo intentarlo ya supone un alto grado de heroicidad. 

Paco puede ser tú mismo, él o ella, ellos, vosotros y nosotros. Paco somos cualquiera de los que nos rodea y puede estar a tu lado, sin que te percates de ello. Pero en este caso, Paco es pequeño animal que cruzó una carretera, superó una frontera, por donde los demás viajamos a una gran velocidad sin percatarnos de esas otras vidas con las que nunca pensamos que nos íbamos a cruzar. 

CARRETERA DE DOBLE SENTIDO

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¿Quién sabe?
Si todo es un ir y venir, un destino sin fin,
un cruce de direcciones que se encuentra en algún lugar.
¿Quién sabe que?
Si a veces caminamos sobre pasos que nunca fueron dados,
en el asfalto gris.

¿Quién sabe lo que habla el silencio?
Si las palabras huérfanas quisieron volar, entre el viento de levante,
azotando sábanas que cuelgan de los tendederos,
como metáfora de recuerdos que penden sobre el tiempo.
¿Quién sabe donde va?
si los caminos no lo hicieron los pasos de otros,
sino nuestros pies descalzos que aprendieron a caminar.

¿Quién sabe como mirar?
Si ninguno de nosotros aprendimos a observar una fotografía en blanco y negro,
de carboncillo sobre papel couché.
¿Quién sabe que?
Si las noches engañaron a los días
con un llanto sin lágrimas que descendieron en el atardecer.

¿Qué sabe quien?
Si fuiste tú, el único que al oído me dijo,
cuando tú has ido, yo he vuelto de aquello que ya un día viví.