INVENTARIO ANUAL

 

En los próximos días volveremos a ser actores y testigos de ese tópico que anualmente repetimos, recapitulando recuerdos de un año que comienza a despedirse. Para ese resumen, la música es siempre una buena compañía, así que ahí os dejo mi propuesta de banda sonora, que podéis ampliar con vuestras sugerencias.

 

OTRA ESTACIÓN

 

IMG-20160408-WA0003

Entre el murmullo, de nuevo se escucha su voz. No acierto a reconocer de dónde viene ese acento y ese cuidado por cada palabra que pronuncia. Está llena de calidez y serenidad, de una dulzura que habla de ella misma. He intentado ponerle un rostro, pero creo que mi imaginación se ha apeado en mitad de este viaje y no logro describir sus labios, el color de sus ojos, ni cómo es su cabello. No logro describir lo que siente cuando mira, ni lo que dice cuando calla. Quizás en este trayecto, haya pasado a mi lado y me haya saludado, y en ese despiste en el que a veces vivo, ni me haya percatado de quien es ella. La voz desaparece por un momento porque el murmullo se ha convertido en voces que se llenan de nervios y de prisas.

Me he levantado y mis piernas han temblado por un momento. De nuevo he estado a punto de caerme, y he tenido que apoyar mi cuerpo sobre el respaldo del sillón, porque el movimiento a veces se vuelve brusco. Se escucha el chirrido de los frenos. He estirado los brazos y he bajado una mochila, mi único equipaje durante todo este viaje. De nuevo se oye la misma voz. Un aviso para que no olvidemos nuestras pertenencias. Para que no olvidemos los recuerdos que se han guardado a lo largo de este recorrido.

El tren está a punto de detenerse. He mirado a un lado y al otro de este vagón. Y ahora sólo puedo dar las gracias. Las gracias a mis ciento cincuenta y un acompañantes y viajeros que me acompañado en este viaje y que se han ido subiendo poco a poco a este vagón particular en el que se ha convertido Reflexiones en cada estación. Gracias infinitas de corazón. Y gracias a los que sin ser acompañantes, han subido y bajado unas veces y otras, porque también han sido excelentes viajeros de este trayecto. Gracias también a los que han ignorado la existencia de este viaje, porque también me han enseñado parte de su historia. Y gracias por supuesto a esas burlas, indiferencias y desprecios, porque en ellas también se encuentran parte de este recorrido. Gracias a todos, porque de todos me llevo algo.

El tren se acaba de detener. De nuevo se escucha su voz. Reflexiones en cada estación se detiene, ha llegado a su última estación. Reflexiones en cada estación desde este momento se convierte en pasado y presente, pero ya no será futuro, porque su futuro ha quedado en haberse convertido en libro, en esa enorme fortuna de haber sabido lo que es poder realizar otra parte de su viaje a través del papel. Reflexiones en cada estación se baja en este andén. Ha llegado a otro destino. ¿Quien sabe lo que sucederá? Tal vez cambie de nombre y se vista con otros trapos, o tal vez se oculte entre la muchedumbre y regrese a ese anonimato en el que siempre vivió.

Por última vez se escucha esa voz: «Ha llegado a su destino….»

 

CIEN…

la foto

Quiero daros las gracias por soportar mis letras desordenadas, esas que un día quisieron encontrar su propio camino. Por mis palabras perdidas en un mundo de silencios, y por mis reflexiones, a veces absurdas, pero que han deseado rasgar un trocito del alma. Hoy quiero daros las gracias porque si he llegado a este punto, al final de un recorrido, hoy comienza un nuevo trayecto que es necesario emprender.

He puesto la mirada en aquel primer día y hoy ya han quedado atrás noventa y nueve entradas en este blog. En cada una de ellas he dejado un instante de imaginación, hablando del paso del tiempo, de los recuerdos y del olvido, del silencio, de la ausencia, de los problemas cotidianos, de la muerte, del amor,…. en definitiva, de los instantes de la vida.

Cien, 100. En letras o en números. Cuando se llega a él todo parece acabar, pero también se produce el inicio de un camino, el comienzo de una nueva etapa que nunca pensé que podría llegar. Un día decidí que al llegar a esta entrada lo dejaría todo, quizás como un legado de vanidad para algunos, o de simple inexistencia para la gran mayoría. Abandonaría este proyecto personal, como es el de compartir aquellas ideas que se vienen a la cabeza y que decides plasmar y dejarlas por escrito, en lo que antes era un papel y ahora es la pantalla de un ordenador. Y lo haría con todas sus consecuencias, con lo bueno y con lo malo. Sin embargo, cuando ves que llega el final, tomas consciencia de que ahora todo vuelve a empezar. Pero claro, ya no es lo mismo, ahora el punto de partida es otro. Tu forma de ver lo que te rodea ha cambiado y empiezas a comprobar y valorar otros aspectos de la vida, que quizás un día pasaron por tu lado sin mayor importancia y que ahora los ves con la mirada de un tiempo vivido.

Y cuando llego a cien, a este número emblemático, me detengo y compruebo que algo de despedida sí que existe. De repente llega a mi cerebro esa palabra que he intentado muchas veces evitar, de eliminar por miedo a conocer lo que habría detrás de ella. Esa palabra que apenas utilizo en mi vocabulario porque siempre pensé que tras sus letras no queda nada más. Ese vocablo compuesto por cinco letras, que apenas sale de mis labios y cuando lo escucho, intento casi ignorar. El adiós es una despedida sin retorno, es la puerta del olvido, cuya cerradura tiene una llave oxidada de recuerdos. El adiós se convierte en ese abismo de oscuridad que no tiene ya un fondo para caer desvanecido. El adiós es un fin indeseable que nadie quiere escuchar.

Sin embargo, una tarde aprendí que el adiós es un hola. Que una despedida es una puerta abierta para conocer otro mundo, otra mirada, otra palabra. Una tarde aprendí que una «casualidad» convirtió el adiós en una rotonda con diferentes vías de salida, que te llevan de repente a otro recorrido, que te enseña que siempre hay otras baldosas que pisar, que recorrer y vivir. Y descubres que la vida es eso, una despedida continua, un adiós que se transforma en un hola, un cruce de caminos entre el fin y el principio, que se transforma en principio y fin. Es el anochecer que despide al día, para regresar al amanecer. Y una vida que se marchita para llegar a ser muerte y en ese instante volver a nacer.

Una tarde aprendí que aquella palabra, ese adiós, no cerró puerta alguna. Que ese adiós no llevaría al olvido, porque detrás de esa puerta existe otro camino que debemos emprender y siempre veremos que una despedida nunca se convirtió en un adiós, sino en un hasta otro momento, un hasta luego teñido de otros colores, de otras palabras que ahora se han transformado y que han vuelto a ser un nuevo amanecer.