LA FACHADA

Tengo mi boca encarcelada, presa del tiempo.

El aire salino humedece mis labios cuando las olas rompen en el espigón y la espuma salpica mi rostro desconocido. Escribo esta carta a los pies de la dama que emerge en esta barca llamada Libertad. Una carta sin destinatario. Miento. Una epístola de mujer a mujer, pero cuyo nombre no pronuncio. Yo sigo oculta en esa botella que regresa a la orilla y busca la reconciliación del pasado con el presente.

Sucede entonces.

Tengo sus patadas en mi vientre antes de venir al mundo y asomarse en aquella noche de luna llena. Escucho su primer llanto, cuando lo posaron sobre mí para que su corazón y el mío latieran al unísono. Tengo su boca en mi pecho y siento la palabra Madre mientras amamanto sus primeras horas de hambre fuera de mi útero. Tengo su mano cogida a la mía en la puerta del colegio, su beso de despedida hasta la hora de comer. Guardo ese garabato dibujado en un papel, el corazón atravesado por una flecha y el nombre de su primer amor de verano. Tengo mi brazo sujeto al suyo, para unirlo a otra mujer junto al altar.

Entonces sucede.

Los gritos, las palizas. Los silencios. Las lágrimas naufragan en mis ojos. Me duelen las patadas de un canalla en las entrañas de esa mujer que ha dado la vida a mi nieto. Siento cómo agoniza el corazón de ella, mientras el mío es un despojo en este vertedero de la ansiedad. Me llamo Natalia. A este lado de la reja quién soy. La madre de un maltratador que nunca debí entregar a esta mujer.

Hoy necesito encontrar la libertad, escapar de esa culpa que otras miradas han pintado en la fachada de mi casa.

FUTBOLEROS DE PUENTE

Según se mire, todo lo que supere el minuto 90 de partido puede ser un tiempo añadido o uno de descuento. En el fútbol, la botella medio llena o medio vacía depende mucho del estado de ánimo. Y aunque el positivismo llegó al mundo del balompié hace ya mucho tiempo de la mano de aquellos entrenadores que hacen de psicólogos, todavía quedan optimistas que nunca han corrido un kilómetro y medio y piensan que correr un maratón se hace en menos de dos horas y sin hacer antes un ejercicio de calentamiento.

Lewandoswski ha resuelto el partido frente al Valencia en el minuto 93 y ha maquillado la pésima semana blaugrana. Los del manzanares, sin embargo, no levantan cabeza y después de vivir el surrealismo de un penalti que no entró ni a la de tres, han acabado perdiendo frente a los amarillos, bajo el himno de Manolo Santander, y han visto en el marcador el anuncio del cambio de hora de esta madrugada. Por tanto, para gustos y disgustos, los colores.

Lo que tengo menos claro es si para la renovación del CGPJ estamos en tiempo añadido o uno de descuento, en si debemos confiar en el optimismo o caer en el pesimismo; en si tenemos que pensar que si el acuerdo no llega, lo que habrá que cambiar no es el acuerdo, sino los interlocutores. Y tampoco me queda claro si en ese conflicto bélico que no miramos de frente, llegará el día que alguien reclamará el diálogo para encontrar una solución, porque si esa palabra sirvió para justificar la de conflictos que ahora no quiero pronunciar, por qué no va a servir para tender un puente para alcanzar la paz.

Hablando de puente. Mañana por la tarde seguiré con mis tareas profesionales como buen autónomo que se precie, pero por la mañana me voy de medio puente y estaré en la Feria del Libro de Sevilla firmando ejemplares de mi último libro, El día menos pensado. Lo de firmar puede ser una broma para un escritor como este que ahora habla y me vea pidiendo al árbitro que pite el final del partido antes de tiempo. No obstante, como siempre he confiado en las segundas oportunidades, el jueves estaré de nuevo por tierras hispalenses ejerciendo de escritor animado y lleno de optimismo.

De fondo se oye el sonido del silbato.