
A Román Lokati
Regreso al paisaje urbano
de una plaza con apodo
que me recuerda a pueblo.
Al bar que ya no está
a la parada de taxis sin taxímetros
a los correores buscando veraneantes
y soldados de reemplazo.
Retorno al lugar
donde no reconozco los rostros
de los fieles que desfilan
tras las campanadas
de una iglesia sin campanario.
Donde solo quedan caminantes
hipnotizados por esos aparatos
que han desahuciado a la cabina de un teléfono
donde alguien susurró
un te quiero a un amor de verano.
Vuelvo sobre ti,
a la Costilla de Adán convertida en mujer
que se asoma a la mar
para mirar el horizonte
donde el tiempo siempre juega a su favor.
Solo me quedan ellos,
los que miran de reojo
nuestras siluetas,
los que hacen del silencio
una conversación,
los que dicen que somos
unos conocidos anónimos.
