Cometí el pecado de la soberbia,
por asomarme a la fuente de los deseos,
para encontrar en sus aguas
el reflejo de tu rostro
y mojarme la cara para imaginar tu boca.
Cometí el pecado de la envidia,
por sentarme bajo el árbol de la vida
para cobijarme bajo tu sombra de hojas caducas,
y esperar a que el invierno no llegara.
Cometí el pecado de la avaricia,
por pronunciar tu nombre cada noche
y convertir los sueños
en un reo enjaulado del insomnio.
Cometí el pecado de querer marcharme de este mundo,
de cerrar las puertas y arrojar las llaves
para transformarme en ese ángel caído
y que arrojaran sus alas a la hoguera.
Cometí el único pecado que no tiene perdón,
simplemente porque fue la alevosía de mi manera de amar,
la que hizo que esperara al juicio final
y ante el tribunal de la conciencia,
la sentencia me condenara a tener de nuevo unas alas,
unas alas que nunca volverían a volar.
Me encanta..
Muchas gracias!!!!
Muy bonito el poema. 🌷🌷🌷🌷
Muchas gracias Patricia!!! Un fuerte abrazo
¡Me encantó! Pero me gustaría que esas alas volviesen a volar. Si no, ¿Para qué tener alas?
Me alegro que te haya gustado Memole. Las alas siempre están ahí, solo que a veces están replegadas. 😉
Muy bonito.
Un abrazo
Mil gracias María José. un abrazo enorme
Mi regalo de Reyes para tí, para vosotros. Espero que te/os guste! 🙂
Muchas gracias Memole, de nuestra parte. Te deseamos lo mejor para este día que ya se marcha, y te deseamos lo mejor para este 2018. Un beso enorme
Precioso, volaran si se quiere. Me gusta
Muchas gracias, me alegro que le guste
Sabes Juán Antonio que te leo y has escrito letras preciosas y de alto contenido. Pero ésto ha llegado a estremecerme. Excelente. Muy profunda y no lo tomo como que dejarás morir tus alas.Seguramente ni bien terminaste de escribir tu vuelo aleteaba nuevamente porque escribir sana. Que nos lean también sana. Felicitaciones. Gracias porque leer y pasar un increíble momento es vivir…