Quise que sólo fueran unos días, y al final se ha convertido en varias semanas. Ya no sé cuantas, o quizás sí lo sé. Pero parece que no quiero recordar, porque me da miedo que ese recuerdo se pueda convertir algún día, en un olvido más.
No llueve, ni parece que lloverá más. Apenas unas gotas habrán caído en una noche que ya incluso se me ha olvidado cuando llegó, porque no quise permanecer esperando a verla llegar. Y tal como llegó, se marchó. Ya no llueve. Ni lloverá más.
Y antes de adentrarme en ese desierto en el que las huellas se borran por el viento de levante, quiero dar las gracias a todos los que habéis ayudado a conseguir que Historias de una casapuerta pueda ver la luz. En unos meses este trabajo estará en la calle, y lo estará gracias al apoyo de todos vosotros. Historias de una casapuerta, ya no es mío, ya ha dejado de pertenecerme, ahora es el turno de que seáis vosotros quienes hagáis vuestro cada momento, cada instante, cada palabra que se esconde en cada renglón y en cada párrafo de lo que un día nació y ahora parece quedar muerto, o resucitado, si es que existe la resurrección.
Gracias y hasta siempre.