Tomate de aroma a primavera mayeta,
puerros, ajos que mueven el corazón.
Hebras de azafrán, soberana del sabor.
Laurel y pimientos, visten de verde la mesa.
Un mantel deseó cubrir el pasado, un recuerdo,
fogones y hornillos de mi madre, su delantal oscuro de cuadros
dejó un día colgado sobre otros hombros,
legado de amor.
Verduras. Se miran en silencio sobre la encimera,
calladas, sus vidas penden de la afilada hoja de un cuchillo.
Su final, ya llegó.
El fuego encendido. El mar se hizo caldo.
Miró el pescado de reojo las redes,
atrapado quedó entre rocas corraleras.
Arde la cazuela de calor. Espera,
espera a ser el lecho de ese amor.
Sobre el filo del abismo,
asoman sus cabezas. Sus miradas perdidas en la tierra,
gambas, langostinos, alguna cigala,
observan ese fondo donde encontrarán la muerte,
una muerte que es vida cuando alcance el paladar.
Y descansa el arroz,
blancura de dulce marisma, que espera el tiempo,
un tiempo que se hace suyo. Veinte minutos,
uno menos o quizás dos,
de reposo en el calor del fuego
tapado para conservar todo su olor.
Y estas palabras
que se han cocinado a fuego lento,
espero no se pasen y llenen tus sensaciones de todo su sabor.
Preciosa y sabrosa entrada, Juan Antonio!!
Además, el arroz, en todas y cada una de sus múltiples variedades, es con diferencia, mi plato preferido…
Un abrazo, y enhorabuena!!
Muchas gracias por tus palabras!