AUTOPSIA A UN CORAZÓN

 

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En la mesa fría
reposan los bisturíes,
afilados por el músico,
un callejero que adivina el levante.
Un loco, dicen,
que recorre las calles
sin camino ni destino.
Un solitario que sabe de vidas,
y desamores.

Sobre el plateado mar de acero,
reposa,
un corazón de sangre
que espera
a ser abierto al mundo,
porque en su día
estuvo oculto detrás
de una armadura
que olvidó quitarse.

Un corazón,
dos partes,
dos mundos,
dos seres.
Es la hoja de un puñal,
la que recorre en milímetros
las dos mitades en la que se abre.
Diseccionado los ventrículos,
se desnudan
en recuerdos y olvidos,
en un desamor eterno
que se disfrazó
de un amor de anhelos.

La cordura de ese loco
es su propia locura.
Su mano tiembla,
el sudor cae por su frente.
El bisturí se detiene
al ver que en ese corazón,
su propio rostro aparece,
entre las grietas
de un pasado,
que no vivió futuro
y nunca conoció presente.

LOS DESVARÍOS DEL OLVIDO

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Cae la tarde.
Ella, sentada en su sillón de inerte mecía acunada,
espera a la noche que se vista de oscuridad.
Su mirada, perdida,
en la ventana abierta
de un horizonte de futuro con pasado olvidado,
teje entre sus dedos un instante.
La tarde se marcha, para no volver.

Llega la noche, disfrazada.
Silencio de momentos difusos,
callados los instantes del ayer.
Hay recuerdos dormidos
que los desvaríos del olvido
se encargan de despertar.
Traer al presente un recuerdo.
de regreso del desierto de una memoria
donde las huellas se han borrado por tempestades de arena.

Cae la noche.
La madrugada no duerme.
¡Tú!,
en  tu enfermedad,
sólo quieres recordar.