EXCESO DE CUPO

EL CLAN DE LOS "SÍ, PERO..."

Una semana larga. Demasiado larga.

Una semana de mascletà, ninots, Cremà y Fallas. Una semana de felicitaciones publicitarias a los padres y a los papás. De mensajes por wasap al José y a la Josefa, al Pepe y a la Pepa, a la María José y al Josemari. Una semana celebrando la llegada de la primavera, pero sin anuncio de El Corte Inglés. Parece que este año, la primavera ha llegado escondida tras las bambalinas de un invierno que ha decidido regresar, colándose por la puerta de atrás y avisando que lo que pierde el mes, no lo pierde el año.  

Qué semana más larga. Pero qué larga.

Una semana de lazos amarillos que se han desteñido. Una semana más de ese juicio que acapara horas y horas de debates, pero en el que nadie dedica un minuto en hacer un reconocimiento, y diría más, hasta un homenaje, a esos funcionarios de justicia que acompañan a los testigos para que se sienten ante la presencia un tribunal. Una semana más, de tertulianos televisivos y radiofónicos afanados por la agitación y convertidos en pirómanos de la palabra. Otra semana más de precampaña electoral, aunque ya suena a broma escribirle ese prefijo a una campaña en la que vivimos instalados de manera perenne.

Que jartura de semana. 

Una semana en la que no ha faltado el disparate. Donde algunos se creen que están viviendo su particular día de Reyes, sacando como cuando eran niños, los juguetes a la calle y exhibiendo su estrella de shérif con el correaje, la cartuchera y una pistola de misto, imaginando que es una Browning Colt, y pensando que los demás nos quedaremos mirando haciendo el indio. Una semana donde las oficinas de reclutamiento siguen llamando a filas a sargentos, coroneles y generales; a profesionales iluminados que salvarán su patria de malhechores y bandidos, aunque al refresco de cola se le haya ido el gas por el trasero. Una semana donde insultar y herir desde el atril de un parlamento sale gratis al que no ¨busca huesos¨, porque va en peregrinación a defender e idolatrar los que están a los pies de una cruz. 

Qué cansada termina una semana.

No llueve. Al campo le hace falta esa lluvia mientras celebramos el día del agua. Y sigue sin llover, aunque alguno diga que se pone un chubasquero para que le resbale lo que digan los demás. Otra semana más, y por quedarme con cierto aire de romanticismo y mucho de salvación, ha visto como la luna se ha asomado para celebrar que la poesía tiene su propio día, como un día tienen los ojos de un niño y de una niña con Down. 

Qué pesada ha sido esta semana. Pero esto ya se ha convertido en un sin parar, porque a este paso ya no nos libramos ni por exceso de cupo, ni de la astenia primaveral. 

Que sea bienvenida la primavera.

 

UN ROSCÓN DE REYES

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Llega brillante, exultante, deseable. Llega relleno de nata, trufa o crema.

Aparece como colofón de una fiesta que cada año repite escenas, encuentros y vivencias. Aparece como broche final a unos días donde el tiempo y las rutinas se apartan para dejar paso a unos momentos repletos de recuerdos, añoranza, esperanza, y buenos propósitos para los nuevos tiempos que nos esperan. Y aparece para poner fin a la gula que ha vestido la mesa en estas semanas. 

Ahora que los más pequeños andan revueltos y entretenidos con los regalos de Reyes, la casa tiene hoy un sonido diferente por los gritos y las voces de los que un día serán las mujeres y los hombres del futuro. Mientras ese mundo de felicidad se escucha al otro de la pared, los dos estamos en la cocina recogiendo los restos de un desayuno que hoy ha resultado algo más atropellado de lo normal. Nos miramos. Sonreímos. No hablamos. No hace falta que hablemos, porque nuestras miradas que se han llenado de lágrimas no necesitan de palabras. Reímos. Reímos. Reímos. Nos comemos a mordiscos. Para terminar, nos damos un bocado para endulzar el final  y pensar que hasta el próximo año no nos volveremos a encontrar.

No paramos de reír. No paramos.

No paramos. Sin embargo, los dos permanecemos casi abandonados a cada lado  de la cocina. Olvidados. Olvidados después de que hayamos sido parte de sus vidas durante estos días. Olvidados después de que hayamos dado muchas alegrías. De que hayamos subido el ánimo. De que hayamos hecho hasta soñar. Incluso a uno de los dos, nos han dado la vuelta pensando que aquello podría durar toda una eternidad. Pero no, aquí nos encontramos, olvidados en cada extremo de esta cocina, como parte de los restos de otra navidad. Nos miramos. Sonreímos. No nos reímos. Los dos pensamos igual: que en nuestras navidades pasadas nunca estuvimos, y que nuestra esperanza se resume en desear que regresemos para las navidades futuras, intentando visionar nuevos sueños, como en aquel cuento de Navidad, pero olvidando el mal espíritu del Sr. Scrooge.

El roscón de reyes y el jamón se miran. Ríen. Sonríen. Se despiden. El jamón convertido en hueso y los restos de un dulce que bien podría ser reina, se dicen adiós. Regresaremos en las navidades futuras, con el deseo de que sea con salud, paz y prosperidad.

Mientras tanto, los de siempre siguen haciendo el mismo ruido, y el resto…, el resto pagaremos el roscón para que no se nos atraganten las habas.

DEJAD EN PAZ AL PACIFISMO

 

paloma de la paz by Rafael Alberti
Paloma de la Paz de Rafael Alberti

Rotación y traslación. Los días, las semanas, los meses y los años. De nuevo a las puertas de celebrar otra nochevieja. De nuevo la llegada del epílogo de trescientos sesenta y cinco días. De nuevo poniéndole música propia al final de una historia y al comienzo de otra con el sonido de las campanadas de un reloj que se encarga de recordarnos el paso del tiempo. De nuevo sonarán los brindis con unas copas a medio llenar. De nuevo los abrazos y los besos con buenos deseos y propósitos para los siguientes doce meses que están por llegar. De nuevo, los mensajes de amor y paz. Rotación y traslación. La tierra sigue girando.

Cuando aún resuenan en nuestros oídos esa otra música navideña de las voces de los niños de San Ildefonso, y como la diosa fortuna no se ha dignado en rozarnos ni siquiera con el simple premio de un reintegro, la gran mayoría de los ciudadanos de este país (cada vez me creo menos eso de que esto ya sea un país), recurrimos a la salud como un premio de consolación. ¿Qué mejor premio que la salud, verdad?

Con salud se va a todas partes, me decían de pequeño. No les faltaba razón. Pero supongo que me lo decían porque además de ser una buena tabla de salvación para otras situaciones, era una buena manera de apostillar que no tenía de qué quejarme, y evitar con ello cualquier tipo de reivindicación de carácter material que en la niñez y en la juventud se etiqueta bajo una palabra: capricho.

Caprichos tenemos todos. Y de caprichosos está inundado este planeta. No sé si nuestros gobernantes son unos caprichosos. No sé si actúan de manera caprichosa, de forma muchas veces arbitraria, pero sí creo que todos han entrado en una esquizofrenia colectiva, y nos están llevando a ella lastrados por supuestos intereses generales y colectivos que desde hace ya tiempo casi desconocemos. Nuestra salud se resiente. Nuestra salud peligra.

Intereses generales y colectivos que dicen defenderse desde el pacifismo, desde los valores democráticos que nos hemos dado, pero que muchos han comenzado a cuestionar. A cuestionar desde el más absoluto cinismo. Democracia, convivencia, libertad, derechos, concordia, pluralismo…Los usuarios de palabras gruesas que dicen defenderlas, lo hacen con el pacifismo como telón de fondo. 

Alguien me dijo una vez que la paz es la ausencia de odio. No sé si la frase es suya o tomada de algún conocido o desconocido. Pero ahora que ya han dejado de cantar los niños de San Ildefonso y que se avecinan las campanadas de otro nuevo año, y cuando estamos ya inmersos en esta tregua navideña donde se proclama el amor y la paz, todavía quedan muchos cínicos que siguen hablando del pacifismo, pero sin abandonar el odio en el que siguen instalados.  

Traslación y rotación. La tierra sigue girando. Llega la Navidad. Dejad en paz al pacifismo, por la salud individual y colectiva.

Me marcho para leer a Alberti. Y canta Serrat, no dejes de cantar.