LA DISTANCIA

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Transcurren los días, las semanas, los meses, e incluso los años.
Esta semana dos nuevos ejemplares de Recovecos van camino de otras manos, de otros ojos, de otros labios. Dos nuevos ejemplares que llevan sus propias dedicatorias, porque cada libro ya es parte de otra historia. La que cada uno lea, la que cada uno encuentre entre los versos, a veces inestables, de esos poemas; y de los párrafos de una prosa que tiembla aún de miedo.
Sin saber muy bien el motivo, esta semana la palabra distancia se ha instalado en mi mente. Coincidencias que se dan en la vida, casualidades que algunos no quieren reconocer que existen, pero la distancia es algo que está a nuestro lado cada día.
Dos ejemplares de Recovecos han iniciado su propio viaje. Uno de ellos recorrerá algo más de seiscientos kilómetros, y ya va camino de la capital de este país en el que vivimos y que parece que anda siempre algo revuelto. Y el otro, está cruzando ya el Océano Atlántico, para recorrer más de ocho o nueve mil kilómetros y llegar a tierras mexicanas.
Buen viaje os deseo, y por un momento, he pensado que a veces la distancia no existe.

UNA CESTA DE MANZANAS

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Convertida en el símbolo femenino por excelencia, en el elemento de una vida eterna, la manzana se ha instalado en nuestra memoria como una fruta prohibida. Un mordisco la convirtió en el pecado original de aquella historia que nos contaron y que guarda muchos tintes de machismo. Y en otro de tantos cuentos, una manzana escondió el veneno para asesinar a una Blancanieves, de piel blanquecina, pómulos sonrosados y de voz dulce, que terminó abandonada en el bosque rodeada de siete enanos. 

Como sabéis, una manzana atravesada por una flecha se ha convertido en la imagen de la cubierta de mi último libro, Recovecos. Un poemario que esconde la travesía por una historia de… bueno, bueno, prefiero que entréis y la conozcáis. De esta manera, veinte ejemplares de Recovecos se distribuirán de manera gratuita, así que: ¿quieres conseguir el tuyo?  Si la respuesta es afirmativa, sigue leyendo.

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  1. Publica el próximo miércoles 7 de noviembre, en cualquiera de tus redes sociales (Facebook, Twitter o Instagram), la fotografía de una manzana verde sostenida en tus manos (similar a la imagen que aparece en esta publicación), o si lo prefieres, dándole un mordisco.
  2. Etiqueta la fotografía con la palabra #Recovecos, y menciona mi cuenta en la red social que lo publiques.
  3. Tu publicación a lo largo de ese día, tiene que ser compartida por al menos siete de tus amigos en Facebook, o te hagan un mínimo de siete retuits en Twitter, o consigas setenta y siete me gustas en Instagram.
  4. El día 8 de noviembre me pondré en contacto contigo y una vez me envíes tu dirección, te haré llegar por correo postal un ejemplar de Recovecos. 

 

Para mencionarme en tu publicación, te recuerdo que las cuentas de mi redes sociales son:

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¡Os espero!

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CINCO CURVAS

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120. 100. 60. 30.

No arde el asfalto
en este otoño de hojas secas
que rebosan las cunetas.
No quema el alquitrán
de esta carretera,
que muda día a día
la piel de una serpiente disfrazada,
que me envenena de morfina,
paracetamol y metamizol.

Qué destino de interrogantes existe
tras la mugre del monóxido de carbono
que oculta la ciudad sin nombre.
De esa urbe apartada en tierra de nadie,
de nada,
de todo.

Punto y final. Acabaron aquí los versos. Llama a la puerta aquella prosa que se mira de frente ante cinco curvas sin descanso. Una montaña rusa te levanta el estómago, te suelta de las cuerdas de un trapecio en el vértigo de dos manecillas de un reloj que te abren como el bisturí de un carnicero; te exhala el último suspiro antes de cruzar por aquellas puertas, selladas por las huellas de unas manos que se deslizan por el cristal, sujetándose a una esperanza que se pierde en el abismo del miedo; te arrojan a un cubo de basura que será olvidado en un vertedero entre flores de plástico. Punto y final. La prosa no muere, pero calla, se calla, se calla; se calla de una vez.

El tiempo se detiene
la garganta se ahoga,
los ojos cerrados
en las huellas de una frenada
que ven pasar las horas y los días,
los días en esa eterna pregunta, de qué día es.
Se marcha en el cambio de turno
con la lluvia imperdonable de este otoño,
de un octubre sin atardecer.

30. 50. 100. 120.