LA INSOLACIÓN DE CUPIDO

thumb_IMG_1733_1024

En estos días de manta y abrigo, de bufandas, gorros y guantes. En estos días donde los ojos lloriquean por ese viento del norte, y la nariz entona las notas musicales del moqueo, nos hemos sentado alrededor de una estufa para recordar(nos) lo que una vez fuimos. Todos nos miramos y todos nos callamos.

El silencio no es de durar mucho rato.

Comenzamos a darle palique a la nostalgia de los tiempos, a reírnos de los instantes que la memoria guarda en algún lugar del cerebro, pero también de la piel. A sonreír por lo que nunca fue, pero pudo ser. A detener el reloj en unos años, que no sé si fueros mejores, pero que dejaron atrás pequeñas historias que no quedarán para los libros de historia, pero sí para ese libro de memorias que cada uno escribe a su manera.

Llegará el verano. Esta tierra se llenará de veraneantes, turistas anónimos y dueños de esas casas que permanecen cerradas más de trescientos días al año. Llegará el tiempo de la canícula, y la playa se convertirá en ese parque temático de sombrillas y flotadores, de bañistas, bañadores, bikinis y toples. Regresará con el asalto de las calles y las plazas por los veladores y las terrazas de los bares, y de esos que llaman pubs, en el sacrilegio de querer enterrar poco a poco el castellano por el inglés. Llegarán días de calor y de coches y más coches con sus cláxones y sus prisas en un tiempo que dicen que se dedica al descanso y al relax. Llegará el estío y las noches se alargarán. La playa nocturna se convertirá en el escenario de encuentros íntimos bajo la lluvia de estrellas de un agosto que verá que llega a su final con demasiada velocidad, por el ansia de asomarse a un otoño para que la nostalgia y la melancolía se reencuentren en cualquier casapuerta. Llegará con los amaneceres de princesas adolescentes que llevan en las manos sus tacones de cristal, y de príncipes azules descamisados. Llegará con las bibliotecas habitadas por los estudiantes de libros forrados de pegatinas de héroes musicales que duran lo que dura la canción del verano. 

El silencio no es de durar mucho rato

Llegará. Llegará el verano y pasaré por el mismo lugar. Seguiremos viendo en nuestro recuerdo las puertas del Royal Cinema, y de aquella cola para comprar las entradas en los cines San Fernando, Playa y Florida. Seguiremos caminando y nos encontraremos la cartelera de cine colgada en la calle Padre Capote, en la calle Charco y en otros rincones de nuestro pueblo convertido en ciudad. Llegará el verano y bajo las estrellas de la segunda sesión, aquellos cines quedaron como el refugio de algunos para sentir que las fantasías no solo se proyectaban en las pantallas encaladas de cal.

img_1829

Llegará el verano y sus puestas de sol. Con las prisas y las carreras de los empleados municipales recogiendo los toldos de la playa, mientras miraban de reojo a los jugadores de cartas, a los músicos de bañador punteando una guitarra y los besos de una pareja que se acababa de conocer. Llegará el verano de un Tambucho convertido en el salón minúsculo de una pizzería, porque el pez grande siempre se engulle al más pequeño. Llegarán las noches de verano, y las rutas de bares. Dejaremos que la Parra abra la carrera nocturna con sangrías, cervezas y juegos de monedas con dudoso final. Iremos al Nacional, al Fresa, al Patio, al Caracas, a los bares de macetones de cerveza, porque con cuatro duros en el bolsillo, el whisquy se lo tomaba el niño de papá y mamá. Y terminaremos la noche bailando en el April con las primeras luces del amanecer, sin olvidar que el Cortijo era algo más que un lugar de paso.

Llegará el verano y sus amores. Esos que una vez pensamos eternos, porque hasta el romanticismo piensa que nadie vendrá a derrocarlo de su propio altar de juventud. Llegarán las miradas, los besos, las caricias, las risas, los sueños que se despiertan sobresaltados por las despedidas hasta el próximo año. Año que ya nunca volverá a ser igual, porque las monedas que se lanzaron a una fuente como deseo, se las llevó el operario de la empresa de la limpieza, y nunca las dejó en la nave donde se guardan los objetos perdidos. 

Llegará el verano de aquella adolescencia, el San Valentín a tiempo parcial y con un contrato de fijo discontinuo. Llegará para descubrir el amor de verano y se pondrá a trabajar como un loco, echando horas y horas, y sin ninguna propina que llevarse al bolsillo. Llegarán sí, llegarán los amores de verano con fecha de caducidad, pero que recordaremos para siempre porque pensamos que pudo ser para toda la vida. Algún inconsciente sigue escribiendo cartas de amor sin remite.

No sé lo que sucederá este año, pero cuando lleguen los días de calor, todo volverá a comenzar. Y es que al menos en nuestra adolescencia, el San Valentín fue un Cupido al que le tuvo que dar una insolación.

 

(Artículo publicado en Revista La Villana)

PLAYEANDO

 

IMG_2244

Despierta la playa cada mañana
con ese ejército de invasores,
de falsos buscadores de tesoros
convertidos en Indiana Jones
con camiseta y bañador.
Exploradores de dos monedas de veinte céntimos
de la anilla de una lata de cerveza
de la puntilla oxidada que sigue clavada
sobre un trozo de madera que la mar arrojó
hace cinco meses a la orilla.

Despierta la playa cada mañana
y vuelve el tractor a alisar la arena
de ese desierto bañado por la mar,
mientras las gaviotas devoran las bolsas de basura,
carroñeras de los restos de una comida
que han abandonado,
esos que clavan sus sombrillas
como conquistadores de una nueva tierra.

LA MAR LO SABE

img_1829

Te confieso que tengo miedo a esas dos palabras que viven entre signos de interrogación. Tengo miedo a no encontrar una respuesta a lo que no debería ser una duda. Tengo miedo, sí. Miedo a ese ¿te acuerdas?, que sobrevuela nuestro último encuentro. 

En ese te acuerdas, sobrevivimos al pasado al que muchas veces no queremos acudir, pero que siempre nos salva de un presente que nos atrapa. En ese te acuerdas, creemos que los recuerdos son simples momentos que forman parte de un tiempo olvidado, pero que descubrimos que son la esencia de nuestra supervivencia. En ese te acuerdas, se encuentran las mañanas en las que muchos vuelan sus cometas en la playa para dejarse llevar por el viento, mientras otros izan la velas de su barco para echarse a la mar. En ese te acuerdas, llegan las noches donde muchos miran a las estrellas, mientras otros se sumergen en el fondo del mar para acariciarlas.

temporary

En ese te acuerdas, las gaviotas de Alberti se arremolinan en las redes que se tejen cada tarde entre versos y que a media mañana regresan al muelle de levante. En ese te acuerdas, el Vaporcito se hace dueño de la bahía entre cuartetas y al ritmo del tres por cuatro.  En ese te acuerdas, muchos caminan por la orilla con la esperanza de encontrar una botella con un mensaje en su interior, mientras nosotros recorremos cada mañana la arena mojada buscando aquellas caracolas para llevarnos su sonido a casa. En ese te acuerdas, solo la mar lo sabe, sabe que la vida continúa cuando nos asomamos para ver la luz del atardecer.