DIFUMINADO

 

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Una imagen desenfocada es el inicio de cualquier historia. Una fotografía donde se difuminan los contornos, donde no existen fronteras que marquen territorios, donde no hay líneas dibujadas en un mapa. Una instantánea aparentemente irrelevante de un momento cualquiera, de ese que la memoria dibuja entre los recuerdos perdidos durante las horas de un reloj que es incapaz de detener el tiempo, de ese tiempo que se escapa de nuestras manos.

No pierdas de vista esta imagen, porque tras ella se esconde lo que un día comenzó como aquella fotografía en blanco y negro donde alguien dijo que allí latía el corazón, que la vida comenzaba a tomar forma, que el aire irrespirable del exterior se convertiría en el oxigeno para unos pulmones que estaban por formarse. No pierdas de vista lo que está difuminado, porque detrás de esa imagen se esconde la portada de un libro, mi segundo libro, donde los poemas buscarán con la ansiedad de un lobo hambriento, encontrar algunas respuestas  a las preguntas que a veces nos realizamos.

A CONTRALUZ

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La cama sin deshacer del amanecer,
la inmóvil mecedora de sueños desvanecidos.
Las cortinas descorridas de la noche,
el tapaluz de una ventana tapiada.
Espejos que reflejan la oscuridad.
Contraluz.

El horizonte sin bruma del atardecer,
los rayos de sol entre un cielo vestido de nubes.
Desierto de arena mojada,
lluvia seca de lágrimas.
La envidiosa noche que anheló la luz.
Contraluz.

La fotografía que nunca dejó un recuerdo,
el olvido que siempre estuvo presente.
Estanterías de libros sin palabras,
una radio muda de música y voces
y que sintoniza el silencio.
Contraluz.

Laberintos y calles sin salida,
de eterno retorno al final.
Mapas sin longitud ni latitud,
rutas de un destino escrito y por escribir.
Contraluz.

Charlatanes de feria en auditorios de soledad,
caminar sentado desde un incómodo sillón.
Como querer estar en paz sin haber estado antes en guerra,
somos soldados de plomo fundido.
Momentos de la vida que dibujamos a contraluz.