SE TRASPASA

 

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El sonámbulo que camina a media noche
en un apartamento de una habitación,
sorbe el poso de un café frío.

Una luna llena que se asoma al atardecer
abandona a las estrellas
en la cuneta de la vía láctea.

El flash de una cámara réflex
que revela el negativo 
de una fotografía en blanco y negro.

Una primavera a cinco grados bajo cero
que ha dejado a las floristerías
con el cartel de Se traspasa.

EL HOMBRE QUE LLEGÓ A LA LUNA UN MIÉRCOLES Y PERDIÓ UN SOBRE A MITAD DE CAMINO

 

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No nos conocíamos. No sabíamos nada el uno del otro. O eso creí. Hasta ese día, apenas habíamos coincidido unos minutos cada miércoles durante los dos últimos meses.

Tras aquel mostrador de metal, Ella siempre había permanecido con su cabeza agachada sin apartar la mirada de la pantalla del ordenador. Hasta ese día, nunca supe cómo era el color de sus ojos, la forma de sus cejas, el contorno completo de sus labios, las pecas que rodeaban su nariz aguileña, pero perfectamente dibujada en su rostro. Hasta ese día, nunca habíamos cruzado una mirada, unas palabras ajenas a aquella rutinaria conversación que se repetía cada vez que nos encontrábamos. 

_ Son cinco euros, ¿en efectivo como siempre?, me decía con aquella voz aterciopelada y en la que dejaba caer la última letra de cada palabra que pronunciaba. 

_ Sí, en efectivo, y envíeme el justificante a mi correo electrónico, por favor, era lo único que yo acertaba a decir intentando disimular una falsa seguridad, porque por mi interior recorría un inevitable estado  de nerviosismo cada vez que me encontraba frente a ella. 

_ Muchas gracias, que tenga usted un buen día. Hasta otro miércoles. Su manera de despedirse me producía un pellizco en el estómago, porque cada miércoles era otra cuenta atrás para volver a verla.

_ Gracias a usted por todo. Hasta el próximo miércoles, si puede ser. Y así me despedía de Ella esperando a que llegara el miércoles siguiente. 

Hasta ese día, Ella era una desconocida que se había colado cada miércoles, cinco minutos en mi vida.

Llegó el día. Pero aquel miércoles fue distinto. Distinto porque no fue miércoles, sino jueves. Ese miércoles, la oficina de correos permaneció cerrada porque el Alcalde decidió declararlo festivo. El motivo: que se había convertido en padre primerizo y acordó por decreto que cansado de ver que en los comercios del pueblo se colgaban carteles de cerrado por defunción cada vez que alguien se marchaba de este mundo, por una vez había que celebrar que se cerraba por nacimiento, así que el Ayuntamiento declaró el miércoles fiesta local por el alumbramiento del primer vástago del señor Alcalde. La oposición al gobierno local recurrió ante los tribunales aquella decisión municipal, pero hasta que la justicia se pronunciara, el hijo del Alcalde ya habría llegado a la edad de hacer su primera comunión. De esta manera, el jueves 20 de diciembre de 2018 se convirtió en mi miércoles particular. Un jueves amiercolado, lo llamé. Por un momento pensé que era buena idea inventar una palabra para aquel suceso del calendario.

Fue la primera vez que vi que levantara su mirada de la pantalla del ordenador. Apartó con un gesto suave de sus dedos, la melena de color negro chocolate que le caía sobre los hombros y que ocultaba su rostro. Las pecas, la nariz, sus labios, sus ojos azules, pero de esos azules que se transforman en verde por culpa del mar. Y sus cejas, esas cejas perfectamente dibujadas al final de una frente que escondía una pequeña cicatriz. Me miró. Sonrío. Se quedó observando el lugar que había escrito en el sobre que le entregué. Volvió a sonreír. Humedeció sus labios con un inapreciable roce de su lengua. No me dijo nada, no pronunció palabra alguna. Se limitó a recoger aquel sobre que escondía un ejemplar de mi último libro publicado y que alguien había decidido comprarlo con dedicatoria incluida. Ella colocó en la balanza aquella carta convertida en sobre. Tecleó el nombre y la dirección de un nuevo destinatario. Tecleó el destino. Allí comenzaba para aquel sobre su propio viaje. Le colocó una pegatina con un código de barras y la travesía comenzó ahí.

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_ Son doce euros, me dijo. Los envíos internacionales tienen tarifas especiales, y cruzar el Océano Atlántico tiene su peligro. Mientras pronunciaba aquellas palabras me dejó una sonrisa de anuncio de clínica dental. 

_ ¿Piensa usted pagarlo en efectivo como siempre?, me volvió a decir.

_ No, no, hoy quiero pagar con tarjeta, porque la cartera la llevo vacía de billetes y monedas, le dije mientras las mejillas de mi rostro se encendían.

_ Que tenga un buen día Sr. González, me dijo. Hasta el próximo miércoles, aquí espero su vuelta. Desde aquel instante, Ella no dejó esa mañana de sonreír.

_ Hasta el próximo miércoles, espero, y que sea miércoles de verdad, le dije intentando que aquel momento durara cinco minutos más.

Los siguientes ocho miércoles no regresé a la oficina de correos. Los siguientes ocho miércoles no volví a verla. Pasaron las horas. Pasaron los días y las semanas, pasaron los miércoles y los jueves amiercolados. Pasaron. Y otro miércoles se marchaba en el calendario sin señalarlo. 

Ha llegado otro miércoles y tampoco hoy regreso a la oficina de correos. Sentado frente al televisor, en las noticias se anuncia que el hombre ha vuelto a poner los pies en la Luna, que se ha hecho un selfie que ha subido a Instagram, que ha compartido con sus amigos y sus enemigos en el Facebook la misma fotografía, y que ha publicado en Twitter un tuit desde el suelo lunar. Pero entre las noticias secundarias que recorren el  pie de la pantalla del televisor, aparece una que hace que me levante de un respingo del sofá: un avión de mercancías se ha perdido en el Triángulo de las Bermudas y el único resto encontrado flotando en el mar, es un sobre al que se le ha desdibujado el nombre del destinatario.

El próximo miércoles iré a la oficina de correos, para poner una reclamación. Espero que Ella siga trabajando allí. 

II SEMANA CULTURAL CEIP AZORÍN

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Fin de año. No hay uvas para celebrarlo, pero sí un calor sofocante en las calles, que apenas deja respirar. Una ola de calor dicen los expertos. Los que no sabemos del tiempo meteorológico, pero sí de ese otro tiempo que habla del paso de los días, de los meses y de los años, ya sólo nos queda por contar, no ya primaveras, (que también por aquello de lo romántico de la expresión), sino batallitas del pasado que comenzamos a acumular. Hablo del pasado cuando es todavía presente, pero  hoy os escribo de algo que me he llevado a mi mochila de historias: la del encuentro con un grupo de alumnos, que sin saberlo ellos, me han hecho vivir, respirar, sentir y hasta emocionarme con algo a lo que tengo una gran pasión, la poesía.

Fin de año, sí. Fin de año porque en estos días se cierra otra etapa, otro curso, otro año escolar. Habrá despedidas sin un adiós. Habrá adioses, pero sin despedida. Hoy coincidiendo con el comienzo del verano, me ha tocado vivir esa experiencia de encontrarme con pequeños adultos que a poco que te despistes te sorprenden, y una vez repuesto del despiste, te vuelven a sorprender.

La II Semana cultural del CEIP Azorín de Rota está echando el cierre, y de nuevo he tenido la fortuna de formar parte de ella. Cuando me invitaron a participar, no dude en decir que sí. Aunque a decir verdad, al minuto siguiente pensé que me había metido en un lío, pero bendito lío. Un taller de poesía me dijeron para alumnos de 5º y 6º. A los dos minutos, cuando ya el teléfono estaba colgado, reaccioné,  pensé que más que un lío, era una aventura temeraria, pero como no, esa aventura había que vivirla.

No quiero extenderme más, sólo quiero compartir con todos en este blog esa aventura de la poesía de los alumnos del CEIP Azorín. Poesía para niños dicen algunos, poesía para la vida prefiero pensar mejor.

Aquí os dejo los videos que han visionado, así como los textos que ellos han creado a través de los juegos de palabras que sabido perfectamente utilizar. Los que tenemos otra edad, a veces olvidamos el verdadero sentido de los juegos de palabras, y convertimos las palabras en un juego. Así nos va.

Termino y lo hago agradeciendo a todo el personal y equipo del CEIP Azorín que hayan contado conmigo para desarrollar esta actividad. Agradecer a Verónica y a José Antonio la ayuda y la colaboración que me han prestado. Agradecer a Charo que me acompañara de nuevo y ver en sus ojos, lo que a veces los que estamos a su alrededor, no sabemos mirar. Y agradecer a todos los alumnos su activa participación, sus risas, alguna que otra lágrima por aquello de la responsabilidad y la mirada de todos a este mundo de la poesía.

Gracias de todo corazón. 

 

EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS

¨CUÁL ES TU VERSO¨

 

GLORIA FUERTES

¨CUANDO TE NOMBRAN¨ 

 

¨POEMA DEL NO¨