OJOS DE ABRIL


El destino es un refugio para la memoria,
un mundo donde los poetas esconden los secretos
de palabras encadenadas entre los versos.
Por eso, cuando me pregunten por ti,
les contaré que mi pasado es un otoño
de azoteas y pretiles,
de fachadas encaladas, patios y casapuertas;
que mi presente y mi futuro
observan de reojo el tiempo detenido
por los recuerdos de una tierra que abrasó
los pies del caminante que estuvo a tu lado.


Y cuando quieran saber más,
les contaré la historia de una Valkiria
que vive en las tierras del sur,
de sábanas blancas en los tendederos
mecidas por el levante y un poniente callado;
de una maestra sobre la vida
donde los caminos no son caminos,
porque transitamos por veredas.
Y si alguien tiene alguna duda,
guardo la fotografía de una Esther Williams
que nunca fue actriz,
pero con la mirada de la Magnani
a las órdenes de Rossellini
como una diosa del Parnaso.


Si un día tengo que gritar,
gritaré.
No necesito Fridas ni Chavelas,
porque he visto cómo tus manos hicieron dulces
con almendras amargas de la vida.
Y si mi destino es aquel lugar,
son tus ojos de abril en ese retrato
los que me hablan de amor,
de generosidad
y de bondad.

Velo de flor

Comienzan a transcurrir los días y llega agosto. El calendario avanza y observo el campo. En pocas semanas llegará la vendimia y recuerdo las manos del mayeto, su manera de acariciar cada racimo de uva. Y no puedo olvidar otras manos, la del bodeguero, que transforma el fruto de la vid en un jugo de dioses.

En muchas ocasiones, mi tierra olvida, o no valora lo suficiente, la riqueza que guarda. Pero mi tierra sabe que en los detalles se encuentra la diferencia. Cuando descubrí el velo de flor, entendí que las manos de unos y otros hacían poesía a su manera.

#noviembredesordenado#poesía

Dos palabras

He decidido usar dos palabras en lugar de una. Despedir con un adiós a un compañero de viaje sería lo más adecuado, pero cuando utilizo ese «hasta siempre» lo hago porque tengo la impresión de que en algún momento existe una pequeña puerta abierta para su regreso.

Ha estado a mi lado durante los últimos cuatro años. Ni mucho ni poco, tal vez el tiempo necesario. Pero hace unos días tuve la extraña sensación de que me pedía descansar, que necesitaba apartarse y dejar su espacio a otro bolígrafo con la fuerza y el ímpetu de quien desea comenzar a contar su propia historia.

En estas últimas horas me he resistido a colocarlo en su caja, a que vuelva a ese lugar donde un día lo descubrí. Junto a esas dos palabras, tal vez, las últimas que haya escrito, he dejado que se encuentre con quien vendrá ahora a sustituirlo. Quizás, no lo sé, no sea justo que pronuncie la palabra sustituir, porque para mí ha sido insustituible. Porque, a pesar de ser un objeto totalmente inanimado, ha sido el instrumento imprescindible para dar vida a lo que solo estaba en mi cabeza.

He dejado pasar las horas y ha llegado la hora. Por mis manos han pasado muchos como él, pero ninguno ha sido capaz de soportar las palabras y los silencios, las tachaduras y las frases inacabadas.

Te deseo un buen descanso.