EL AMIGO INVISIBLE

 

IMG_3551He visto las imágenes repetidas. No sé si lo he hecho por un ejercicio de masoquismo, o por ese deseo del ser humano de tropezar dos veces con la misma piedra. Pero sí, he visto de nuevo las imágenes de la constitución del Congreso de los Diputados, del inicio de la XIII legislatura de nuestra ya no tan joven democracia. Y recordando los viejos tiempos de aquella moviola futbolera, incluso he detenido las imágenes, las he puesto a cámara lenta y he pulsado el botón de rebobinar, porque me parece fuera de lugar eso de llamarlo rewind.

Viendo las imágenes, fueron muchos los recuerdos que se me vinieron a la mente. Mi padre y sus frases célebres, apostillando que gobierne quien gobierne, si queremos llevarnos un plato de lentejas a la mesa, hay que seguir levantándose a las seis de la mañana para irse a trabajar. También me vino a la memoria las palabras de un político local, que tomando un café cortado, y con su mirada por encima del hombro y su gesto de soberbia, me dijo que en la vida tenemos lo que nos merecemos. Pero también me vino a esa memoria, que a veces olvida algunos momentos del pasado, al gran Gila, con su teléfono en la mano y llamando al enemigo para detener por un momento la guerra.

El inicio de la nueva legislatura ha sido todo un espectáculo. Sus señorías, esos que dicen que son depositarios de la soberanía nacional en las Cortes, de nuevo se convirtieron en estrellas televisivas, en protagonistas de un largometraje de serie B de un sábado por la tarde.  El hemiciclo se transformó de nuevo en un escenario ideal para que los minutos de gloria, les abran las puertas del infierno.

No quiero quedarme con una visión que no invita al optimismo. Tenemos que felicitarnos porque hemos descubierto a un nuevo Valle-Inclán, que espero los medios de comunicación no lo adulteren a la primera de cambio. Tenemos que alegrarnos porque mientras unos golpeaban sus nuevos pupitres como niños maleducados, otros mostraban su felicidad, su algarabía, sus gestos de congratulación con su nueva posición, haciendo uso de esos regalos de Reyes por adelantado, con una cartera para el cole, con una tableta pero no chocolate, y con un móvil de última generación, a los que han instalado rápidamente las aplicaciones de redes sociales, que hay que anunciar al mundo que han entrado en el parlamento de ese Estado represor, donde no existe democracia, donde dicen que la libertad de expresión ha muerto, y donde jurar o prometer la Constitución, viene precedido de un microrrelato. Tenemos que felicitarnos porque cuando vemos que esos que un día aprobaron normas para abandonar el ordenamiento jurídico que proclamaban que no reconocían, ahora han regresado para participar de la estructura de este Estado donde dicen que no existe democracia, pero que se sientan en esos sillones gracias a unas urnas a las que ahora no se atreven a renunciar.

Después del espectáculo, era hora de almorzar. Un plato de lentejas, aunque muchos piensan que el que no las quiere, las deja. Después del teatro político, era hora de tomarse un café solo, y pensé que por desgracia, quizás aquel político local no le faltaba razón, aunque se terminará ahogando en su soberbia. Después de volver a ver las imágenes de la constitución de las Cortes, sonreí. Sonreí pensando que Gila estaría hablando con el enemigo para detener la guerra, mientras que el Presidente del Gobierno en funciones cruzaba dos palabras con un amigo invisible, al que dejó con la palabra en la boca. Un amigo invisible, que permanecerá en el anonimato, pero que por un momento se ha convertido en el protagonista invisible de aquel momento. Como amigos invisibles nos hemos convertido los ciudadanos desde el comienzo de esta nueva legislatura.

EXCESO DE CUPO

EL CLAN DE LOS "SÍ, PERO..."

Una semana larga. Demasiado larga.

Una semana de mascletà, ninots, Cremà y Fallas. Una semana de felicitaciones publicitarias a los padres y a los papás. De mensajes por wasap al José y a la Josefa, al Pepe y a la Pepa, a la María José y al Josemari. Una semana celebrando la llegada de la primavera, pero sin anuncio de El Corte Inglés. Parece que este año, la primavera ha llegado escondida tras las bambalinas de un invierno que ha decidido regresar, colándose por la puerta de atrás y avisando que lo que pierde el mes, no lo pierde el año.  

Qué semana más larga. Pero qué larga.

Una semana de lazos amarillos que se han desteñido. Una semana más de ese juicio que acapara horas y horas de debates, pero en el que nadie dedica un minuto en hacer un reconocimiento, y diría más, hasta un homenaje, a esos funcionarios de justicia que acompañan a los testigos para que se sienten ante la presencia un tribunal. Una semana más, de tertulianos televisivos y radiofónicos afanados por la agitación y convertidos en pirómanos de la palabra. Otra semana más de precampaña electoral, aunque ya suena a broma escribirle ese prefijo a una campaña en la que vivimos instalados de manera perenne.

Que jartura de semana. 

Una semana en la que no ha faltado el disparate. Donde algunos se creen que están viviendo su particular día de Reyes, sacando como cuando eran niños, los juguetes a la calle y exhibiendo su estrella de shérif con el correaje, la cartuchera y una pistola de misto, imaginando que es una Browning Colt, y pensando que los demás nos quedaremos mirando haciendo el indio. Una semana donde las oficinas de reclutamiento siguen llamando a filas a sargentos, coroneles y generales; a profesionales iluminados que salvarán su patria de malhechores y bandidos, aunque al refresco de cola se le haya ido el gas por el trasero. Una semana donde insultar y herir desde el atril de un parlamento sale gratis al que no ¨busca huesos¨, porque va en peregrinación a defender e idolatrar los que están a los pies de una cruz. 

Qué cansada termina una semana.

No llueve. Al campo le hace falta esa lluvia mientras celebramos el día del agua. Y sigue sin llover, aunque alguno diga que se pone un chubasquero para que le resbale lo que digan los demás. Otra semana más, y por quedarme con cierto aire de romanticismo y mucho de salvación, ha visto como la luna se ha asomado para celebrar que la poesía tiene su propio día, como un día tienen los ojos de un niño y de una niña con Down. 

Qué pesada ha sido esta semana. Pero esto ya se ha convertido en un sin parar, porque a este paso ya no nos libramos ni por exceso de cupo, ni de la astenia primaveral. 

Que sea bienvenida la primavera.

 

LIVING CORAL

 

Somos unos anarquistas. Unos anarquistas en potencia, al menos. En el fondo de la condición humana, todos queremos vivir a nuestra manera: sin normas, sin reglas, sin obligaciones, sin compromisos. Libres. Queremos ser libres. Libres en ese concepto más amplio que supone la libertad. Pero somos como somos, diría aquél. No es que dicha expresión se convierta en un principio filosófico, pero a veces no existe mejor filosofía que la de un pensamiento simple que describa lo más básico del ser humano. Y ese principio lo podemos resumir en un concepto: el hombre plastilina.

El hombre plastilina es el que piensa que se moldea a sí mismo. El hombre plastilina se autoproclama libre e independiente, autónomo, cambiante a su libre albedrío y a la decisión de su única voluntad. El hombre pastilina no vive al pie de los caballos de la moda. Sigue sus propias tendencias, pero va siempre a la última. El hombre plastilina es el no va más de esta sociedad. El hombre plastilina sabe leer las señales de tráfico que se le cruzan en su vida, pero no necesita navegadores que le digan el camino que tiene que tomar. El hombre plastilina es un anarquista de sí mismo. El hombre plastilina es el fin último, ese que todos queremos alcanzar.

Somos hombres plastilina. Y como buenos hombres plastilina, el anarquista en potencia que todos llevamos dentro, no impide que un día nos convirtamos en  parte de ese rebaño que pasta «libremente» por el prado. No nos importa, aunque se nos olvide que hay un  pastor que nos vigila, y unos perros que controlan que ninguno se salga de ese rebaño de borregos en el que hemos decidido convertirnos. Porque como digo, eso forma parte de la esencia del propio hombre plastilina.

Muchos de esos hombres plastilina han decidido identificarse con el color amarillo, que les identifica y los distancia del resto. Los diferencia y los convierte en seres de otro mundo, y no lo llamaré planeta aunque alguno viva fuera de órbita. Los chalecos amarillos en Francia y el independentismo catalán se han apropiado de un color para destacarse del resto del rebaño. Unos por una razón y otros por otra, han ensalzado este color como manera de reivindicarse.

A los que somos gaditanos, a los que somos de esa cultura trimilenaria, a los que vivimos en este rincón de una Andalucía, y no pienso recurrir al tópico de que ha sido siempre maltratada, observamos con cierta sonrisa irónica como se han apropiado de dicho color. A los que vivimos en este extremo de una España que se abre en heridas, de una Europa que se olvida de sus ciudadanos y de los que llegan desde el otro lado del mundo, sonreímos cuando vemos que el amarillo se ha convertido en un símbolo de lucha. A los que somos gaditanos y el amarillo nos ha acompañado desde siempre como símbolo del equipo de nuestra ciudad, sonreímos con cierta ironía cuando otros proclaman libertades y derechos, libertades y derechos que ya hace más de un siglo esta tierra vio nacer y defender.

Si me permiten los hombres plastilina un consejo, decirles que Pantone ha publicado esta semana que para el 2019, el color de moda será el Living Coral.