EL LUGAR PERFECTO PARA MORIR

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Anoche descubrí el lugar perfecto para morir,
el precipicio donde observar mi caída libre
a la esclavitud de un abismo
que el futuro esconde ante nuestros ojos.

Anoche descubrí el lugar perfecto para morir,
el acantilado sobre el que arrojarme,
donde el eco del silencio grita mientras desciende
y escucha cómo el vértigo tiene miedo de sí mismo.  

Anoche descubrí el lugar perfecto para morir.
Mientras el levante era nuestra banda sonora,
perdí el equilibrio al borde de la medianoche
y salté al vacío donde el cobarde escapa de su trinchera.

Anoche descubrí el lugar perfecto para morir,
donde se escondía la codicia del deseo,
la lujuria de una noche de insomnio,
los pecados que no anhelan redención.

Anoche descubrí,
que tu cuello era el lugar perfecto para morir.

 

AUTOPSIA A UN CORAZÓN

 

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En la mesa fría
reposan los bisturíes,
afilados por el músico,
un callejero que adivina el levante.
Un loco, dicen,
que recorre las calles
sin camino ni destino.
Un solitario que sabe de vidas,
y desamores.

Sobre el plateado mar de acero,
reposa,
un corazón de sangre
que espera
a ser abierto al mundo,
porque en su día
estuvo oculto detrás
de una armadura
que olvidó quitarse.

Un corazón,
dos partes,
dos mundos,
dos seres.
Es la hoja de un puñal,
la que recorre en milímetros
las dos mitades en la que se abre.
Diseccionado los ventrículos,
se desnudan
en recuerdos y olvidos,
en un desamor eterno
que se disfrazó
de un amor de anhelos.

La cordura de ese loco
es su propia locura.
Su mano tiembla,
el sudor cae por su frente.
El bisturí se detiene
al ver que en ese corazón,
su propio rostro aparece,
entre las grietas
de un pasado,
que no vivió futuro
y nunca conoció presente.