EN MODO BORRADOR


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Hoy ha comenzado a agotarse la tinta de aquel bolígrafo que hace casi dos años sirvió para escribir en un cuaderno siete palabras. Mientras el azul se diluye en esa agonía de sus últimos trazos, recuerdo que aquellas primeras palabras se quedaron dormidas durante algunas semanas, quizás meses, por aquello de que el tiempo se va de las manos. Unos garabatos ilegibles y desordenados se convirtieron en compañeros inseparables, mientras emprendía aquel otro viaje al que me llevó Historias de una casapuerta (Editorial Libros.com), con sus presentaciones y su contacto con los lectores (si es que alguno ha tenido la valentía, y sobre todo la paciencia, de llegar a su última página).

Aquel boceto de ideas permaneció impasible como un mero observador (eso pensé y me he equivocado), ante lo que fue mi primer libro. Mientras escuchaba voces que provocaban el desánimo (por no decir que lo buscaban); que se burlaban  de las horas frente una hoja en blanco que comenzaban a llenarse de tachaduras; que colocaban la etiqueta de aficionado, con el aire del menosprecio que esa palabra nunca debe guardar; aquellas siete palabras fueron tomando la forma de lo que había rondado en mi cabeza desde hacía muchos meses atrás. Aquellas siete palabras se fueron transformando poco a poco en algo que hoy comienza a sentir los latidos de su corazón, que con sus manos frota unos ojos que aún no pueden ver, pero que buscan encontrar su propia mirada.

Como bien sabéis lo que tenéis el infortunio de conocerme, para nada soy prolífico en la creatividad literaria, ni he llenado estanterías de libros con mi nombre, ni con seudónimos a los que pensé alguna vez recurrir; para nada tengo un currículum de premios y reconocimientos, pero como a veces es necesario dar un golpe en la mesa, para hacer sentir la vanidad del derrotado, cuando de nuevo llega otra celebración del Día del Libro, os quiero mostrar lo que tengo en mis manos: el  borrador de otro proyecto.

Hoy por hoy soy consciente que este simple borrador es todo y es nada, que puede quedarse en ese estado el resto de sus días, y que tal vez, se quede olvidado en un cajón. Pero como siempre me ha gustado burlarme de mí mismo, y cuando el viento de levante sopla enloquecido agitando el flequillo que cae sobre mi frente, me vais a permitir que os muestre la ecografía de lo que viene en camino, y que si alguna vez es capaz de ver la luz, pues tendremos que ponerle un nombre.

PARECE QUE FUE AYER

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Evocamos los momentos vividos, y aunque pueden estar más o menos lejos en el tiempo, la memoria es capaz de convertir el pasado en presente. A veces son pequeños detalles, casi imperceptibles, los que con el paso de los días se convierten en grandes instantes. Instantes que se esconden en palabras e imágenes que retenemos para siempre, y que nos ayudan a seguir adelante y mirar el futuro con otra perspectiva.

Ahora que se cumple un mes de la presentación de Historias de una casapuerta (Editorial Libros.com), prefiero que sean las imágenes las que nos traigan a todos el recuerdo de aquel encuentro, de aquella tarde noche del 25 de febrero de 2016, que aunque algo fría por lo climatológico -lo normal en esas fechas, aunque este año haya sido un tanto atípico-, se llenó del calor y del afecto de todos los que allí estuvieron, y de los que no pudieron asistir, pero que me hicieron llegar sus mensajes de apoyo.

Las palabras evocan imágenes, dijo Antonio Bernal, mi presentador aquella noche, pero mi amigo de toda y para toda la vida. Y dejemos la mente limpia, sin imágenes, y que sean los versos de A contraluz, los que nos llenen de imágenes, nos dijo Lola, en la introducción de su magnífica lectura de este poema que se encuentra incluido en Historias de una casapuerta (Editorial Libros.com).

Recogiendo aquella idea de imágenes sobre las palabras a la que ambos aludieron, es por lo que quiero que hagamos un momento de regresión a aquella tarde noche, y de nuevo nos encontremos en la Bodega La Mina. Un lugar donde el flamenco y el carnaval reina por cada rincón, se convirtió, por unas horas, en un espacio literario. Un lugar donde los primeros ejemplares fueron llegando a sus futuros lectores gracias a la Librería Papelería Kaprichio. Un lugar, donde por unas horas, nos encontramos muchos y buenos amigos y familiares que estuvieron a mi lado. Y como no, a mi gente de ROLUCAN, porque si me permitís, digo «mi gente» en sentido posesivo, porque habéis entrado a formar parte de mi vida.

Os dejo con una selección de imágenes que fueron captadas por la empresa David Pazos Fotógrafo. Y os dejo con ellas porque parece que fue ayer.