EL GATILLAZO

No estamos preparados. Siempre pensamos que llegado el momento, sabremos encontrar la respuesta. Y el momento llega. Pocas palabras y las miradas perdidas. El silencio es un bálsamo que acompaña la interrupción temporal del éxtasis. Lo siguiente, una frase hecha obtenida de algún libro de autoayuda: hoy no era el día, mañana seguro que no volverá a suceder.

Seguimos sin estar preparados. No hallamos una solución. Lo volvemos a intentar, pero nada, otra vez estamos igual. La esperanza se transforma en esa jugada de rugby que es la «patada a seguir». Esa donde un jugador lanza una patada a la pelota para evitar que el contrario lo agarre y eludir el choque entre los fornidos de este deporte que en Inglaterra dicen que es practicado por brutos que son señores. Sin embargo, esta jugada de ataque esconde otra realidad: me quito el balón de encima y que sea lo que Dios quiera.

Del 11S apenas se ha hablado hoy en los medios de comunicación. Por lo menos, de aquel acontecimiento que cambió el curso de nuestra reciente historia, ya que la atención está puesta en los fastos fúnebres de la reina del imperio británico. Pero del otro 11S, de ese donde Cataluña celebra su día, de ese sí se ha hablado porque el independentismo se ha apropiado de la Diada. De nuevo lo usan como reclamo para volver a salir a la calle y recordar que el deseo de independencia sigue vivo. Muchos dicen que están divididos e inmersos en otras batallas; que lo ocurrido en aquel otoño del 2017 se convirtió en un gatillazo y que los indultos han servido para calmar unas aguas que ahora no bajan revueltas, pero que será más por la sequía que por otra razón.

Pero gatillazo, el que algunos desean que tenga la Vicepresidenta segunda del Gobierno. La señora Díaz tiene revueltos a todos, a los de un lado y los del otro. Iglesias no habla, pero posiblemente crea que la proclamación dactilar de la vicepresidenta fue un gatillazo que ha transformado a Podemos en Pudimos.

Mañana tengo cita telefónica con mi médica.

ENTENDEDOR

Lunes de vendetta


«En el hemiciclo ha flotado un extraño aroma a San Valentín con corazones de alquitrán»


Na, na na na na, na na na na na na… Laaa, la la, laaaa, la la laaa, la la la…

Algunas canciones necesitan de esta técnica creativa. Unas para salir del paso cuando la letra se acaba, no se tiene nada qué decir o es mejor callar que escribir. Otras, porque perdería su sentido si no tuviese ese estribillo en la sombra.

Na, na na na na, na na na na, na na.

Las palabras de la alcaldesa de Vic destacando el aspecto físico del catalán como un elemento diferenciador son fruto de esa técnica creativa. Algún antropólogo vendrá a discernir la cuestión y encontrará una base científica o histórica a dicha afirmación. Pero que nadie piense que esta honorable señora pueda tener alguna aversión a todo lo que suene a español. Según ella, no hemos entendido sus palabras y las hemos sacado de contexto. Un comunicado en Twitter y todo solucionado. Los entendedores siempre tenemos un problema de comprensión.

Nana na na, na na na na, nananana na.

Los adelantamientos sin intermitentes en los escaños y los excesos verbales de velocidad siguen vigentes, pero han colocado sus dispositivos antirradares sin homologar y vámonos que nos vamos. El «amiercoleado» control del Gobierno se ha convertido en un espectáculo soporífero. En el hemiciclo ha flotado un extraño aroma a San Valentín con corazones de alquitrán. Venezuela en el punto de mira y los líos de cómo llamar a uno que es o no es. En esa telaraña nos atrapan, pero por la tarde desde Moncloa envían un comunicado a la prensa, y todo arreglado. Los entendedores seguimos teniendo un problema de ejercicio de comprensión.

Nana na na, na na na na, nananana na.

El famoso Mobile se suspende este año. Las autoridades dicen que no existen razones. Nadie ha proclamado la alerta sanitaria. El Ministro de Sanidad repite ante los micrófonos que nuestro sistema sanitario está preparado para lo que venga (no quiero recordar cuando dijeron lo mismo del sistema financiero y al día siguiente: ¡FROP!). El coronavirus es una amenaza, pero no lo es. Nadie lo tiene claro. Pero por la tarde, rueda de prensa, todos con cara póker y los bolsillos de muchos se quedan temblando. Los entendedores continuamos sin saber cómo superar la prueba de acceso a la comprensión.

Laaa, la la laaaa, la la laaa, la…

La familiar real ha posado ante las cámaras. Las fotografías se distribuyen a los medios de comunicación. Felipe, Leticia. Flema regia. Las niñas sonríen. En color. En blanco y negro. ¿En blanco y negro? Mi madre no tiene álbum de fotos, pero sí una caja de madera donde guarda los recuerdos. Mi familia no tiene sangre azul, pero tenemos aquella fotografía pegada en el libro de familia. El que ha bautizado al coronavirus tiene que ser repúblicano, porque tiene nombre de Terminator de la monarquía. Los entendedores nos perdemos en el carnaval de la comprensión.

Laaa, la la laaaa, la la laaa, la…

Una clínica de implantes capilares me ha enviado una solicitud de amistad en Facebook. Les veo venir el pelo. No acepto su petición porque vienen a sacarme el dinero y acabaré tirándome del implantado cabello. La hipotética polémica la zanjaré por la tarde con un comunicado oficial y lo publicaré en las redes sociales. Todo aclarado. Los entendedores somos animales prehistóricos del siglo XXI.

Hasta el próximo lunes ejercientes de la vendetta. Feliz semana.

LIVING CORAL

 

Somos unos anarquistas. Unos anarquistas en potencia, al menos. En el fondo de la condición humana, todos queremos vivir a nuestra manera: sin normas, sin reglas, sin obligaciones, sin compromisos. Libres. Queremos ser libres. Libres en ese concepto más amplio que supone la libertad. Pero somos como somos, diría aquél. No es que dicha expresión se convierta en un principio filosófico, pero a veces no existe mejor filosofía que la de un pensamiento simple que describa lo más básico del ser humano. Y ese principio lo podemos resumir en un concepto: el hombre plastilina.

El hombre plastilina es el que piensa que se moldea a sí mismo. El hombre plastilina se autoproclama libre e independiente, autónomo, cambiante a su libre albedrío y a la decisión de su única voluntad. El hombre pastilina no vive al pie de los caballos de la moda. Sigue sus propias tendencias, pero va siempre a la última. El hombre plastilina es el no va más de esta sociedad. El hombre plastilina sabe leer las señales de tráfico que se le cruzan en su vida, pero no necesita navegadores que le digan el camino que tiene que tomar. El hombre plastilina es un anarquista de sí mismo. El hombre plastilina es el fin último, ese que todos queremos alcanzar.

Somos hombres plastilina. Y como buenos hombres plastilina, el anarquista en potencia que todos llevamos dentro, no impide que un día nos convirtamos en  parte de ese rebaño que pasta «libremente» por el prado. No nos importa, aunque se nos olvide que hay un  pastor que nos vigila, y unos perros que controlan que ninguno se salga de ese rebaño de borregos en el que hemos decidido convertirnos. Porque como digo, eso forma parte de la esencia del propio hombre plastilina.

Muchos de esos hombres plastilina han decidido identificarse con el color amarillo, que les identifica y los distancia del resto. Los diferencia y los convierte en seres de otro mundo, y no lo llamaré planeta aunque alguno viva fuera de órbita. Los chalecos amarillos en Francia y el independentismo catalán se han apropiado de un color para destacarse del resto del rebaño. Unos por una razón y otros por otra, han ensalzado este color como manera de reivindicarse.

A los que somos gaditanos, a los que somos de esa cultura trimilenaria, a los que vivimos en este rincón de una Andalucía, y no pienso recurrir al tópico de que ha sido siempre maltratada, observamos con cierta sonrisa irónica como se han apropiado de dicho color. A los que vivimos en este extremo de una España que se abre en heridas, de una Europa que se olvida de sus ciudadanos y de los que llegan desde el otro lado del mundo, sonreímos cuando vemos que el amarillo se ha convertido en un símbolo de lucha. A los que somos gaditanos y el amarillo nos ha acompañado desde siempre como símbolo del equipo de nuestra ciudad, sonreímos con cierta ironía cuando otros proclaman libertades y derechos, libertades y derechos que ya hace más de un siglo esta tierra vio nacer y defender.

Si me permiten los hombres plastilina un consejo, decirles que Pantone ha publicado esta semana que para el 2019, el color de moda será el Living Coral.