LA PRIMERA VEZ

 

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En la era de los selfies, likes, «me gusta» y retuits –curioso que las únicas palabras entrecomilladas hayan sido las escritas en castellano– parece que ya no queda por descubrir que siempre hubo una primera vez.

Hace unos días alguien me dijo: «¿recuerdas la primera vez que nos vimos?» En ese momento me di cuenta que la pregunta puede resultar demoledora, pero que la respuesta lo puede ser aún más. Mi contestación negativa provocó desconcierto y algo de desasosiego en esta persona, pero haberle mentido, me habría llevado a algún lugar poco deseado. «Nos vimos en Facebook la primera vez y a los pocos días, en Instagram», me afirmó con la seguridad de quien no ha olvidado ese momento. Lo recordé. Ese alguien me había pedido solicitud de amistad y dos días después le puso un corazón a una fotografía en blanco y negro de una calle cualquiera que subí a esa red social. Desde aquí le pido disculpas por mi despiste, pero es evidente que su grado de entusiasmo en su primera vez, no se ha correspondido con mi grado de alegría y satisfacción en mi también primera vez.

A veces no reparamos en ello, pero la primera vez en el mundo de las personas tiene más importancia de lo que imaginamos. La primera vez que se te cae un diente, llaman a Ratoncito Pérez y ese pequeño roedor despreciable años después, te deja algún regalo escondido en algún hueco de la casa, y de esa manera se hace más llevadero ese momento de trauma bucal. La primera vez que a una niña le llega la menstruación, a falta de hermana mayor que la comprenda o de una amiga algo más aventajada, en la casa alguien suelta alguna lágrima a escondidas y exclama aquello: ¡mi niña ya se hace mujer! La primera vez que le das un beso a esa persona en la que depositas el amor para toda la vida, no sabes si tus labios arden lo justo y necesario y si puedes traspasar otras fronteras lingüísticas. La primera vez que se te rompe el amor, desconoces si en este planeta entre los miles y miles de millones de habitantes existirá otra persona igual, porque mejor nunca la habrá, y cuál ha sido el motivo de abandonarte sin dar demasiadas explicaciones. La primera vez que vas a meter una papeleta en la urna y crees que votar es un acto de libertad democrática, ignoras que te conviertes en esclavo de los que se llaman de manera hipócrita servidores de la sociedad. La primera vez que tienes sexo, lo disfrazas con el amor para que los segundos que duran el encuentro furtivo de lo que antaño era la parte trasera de un coche, tenga al menos ese halo de romanticismo pasajero. La primera vez que te casas… bueno dejemos esa primera vez ahí, porque el hombre y la mujer son los únicos de esta selva en peligro de deforestación que más que tropezar en la misma piedra, se lapidan a su manera.

Cada uno de nosotros hacemos de la primera vez nuestra propia fiesta, lo celebramos a nuestra manera. Y ahora que comenzamos a ver el verano como algo lejano, aunque hace dos días estábamos luciendo operación bikini pero con algún kilo adherido a la tripa, y regresamos a eso que llaman normalidad, con la vuelta al cole, los anuncios de colecciones y las noticias del síndrome postvacacional, se repiten igualmente en los telediarios como un anuncio de veinte segundos, el retorno de las novatadas.

A los que piensan que aquello es una simple inocentada  y qué malo tiene gastar eso que llaman bromas para dar la bienvenida y celebrar la primera vez, que se lo hagan mirar, porque si hay algo que nunca ha perdido la inocencia es ver a unos padres celebrar que su hijo se ha sentado por primera vez en la taza del váter y ha dejado de hacerse caca en los pañales.

YO BESÉ A MARILYN MONROE

 

marilynmonroe_tn.jpgAvanza el siglo. A poco que nos demos cuenta, habremos alcanzado el primer cuarto del siglo XXI, y llegará ese instante en el que diremos: ya han pasado veinticinco años. 

Muchos dicen que no hay que mirar atrás ni para tomar impulso y que agua pasada no mueve molino. Quizás sea cierto. Quizás no haya que mirar tanto al pasado, y pensar que lo que sucedió en épocas pretéritas, en el presente ya poco ayuda para seguir avanzando. Quizás sea cierto, no lo voy a negar. Pero sin caer en la nostalgia, y menos aún en la melancolía, también me gusta escuchar aquellas voces que proclaman que cualquier tiempo pasado fue mejor. Me gusta rodearme de aquellos que sientan sus posaderas en el banco de un parque, no para echar de comer a las palomas, sino para ver cómo el tiempo nos pasa a todos por encima. Me apetece, sí, me apetece ver la expresión de los ojos de aquellos que dicen: «en mi tiempo…».

En este punto y aparte, me detengo. Me detengo para quedarme en esas palabras que dicen algunos: «en mi tiempo…». Me detengo ahí porque esa expresión nos convierte en seres de un tiempo pasado, en el deseo repentino de no querer formar parte del presente, de transformar el hoy en algo que no nos pertenece. Me detengo ahí, porque sin nostalgia y sin melancolía, pero sí con cierto aire de añoranza, parece que a todos nos llega un momento en el que vemos un momento del pasado como nuestro propio tiempo, y nos distanciamos del presente, como la única manera de repudiar lo que ya no concebimos como nuestro.

Otro punto y aparte. Abro otro punto y aparte, para darle cuerda al reloj. ¡Ah!, que ya a los relojes no hay que darles cuerda, sino que esperar a que la pila no nos falle. Es que en mi tiempo…, en mi tiempo sí hubo un momento en el que a los relojes había que darles cuerda, girarles la pequeña corona para que no se detuvieran y hacernos sentir por un momento que nos convertíamos en dueños de eso mismo que se llama tiempo. No hago en este momento un punto y aparte, sino un punto y seguido. En mi tiempo también recuerdo malos momentos, momentos de crispación, de odio, de rencor, momentos donde las palabras también la usábamos para abrir heridas que nunca pensamos que podrían cicatrizar. Pero hoy, cuando el siglo avanza, enchufas el televisor, sintonizas la emisora de la radio, lees cualquier artículo de una prensa escrita, que sea en digital, porque en el papel las noticias dejan de serlo a cada segundo, y piensas por un momento, si cualquier tiempo pasado fue mejor.

El siglo sigue avanzando. Cuando los que venimos de la frontera del siglo anterior ya hemos comprobado que aquellos sueños de pensar que detrás del año 2000, iríamos en coches voladores, que el espacio estaba más cerca de lo que nos dijeron, me pongo a pensar si en mi tiempo, aquello era todo mejor. Supongo que no, que no lo sería, que todo es parecido a lo que está ocurriendo actualmente, pero por un momento he pensado que en mi tiempo…

Bueno, en mi tiempo, yo besé a Marilyn Monroe, aunque sea en el póster que tenía colgado en la pared de mi habitación.