UN CAFÉ PARA LLEVAR

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Ha apagado las luces, le ha dado dos vueltas de llaves a la cerradura y ha echado la reja de la puerta. Sonríe. Dice que se siente como John Wayne, cabalgando de espaldas a la cámara de aquella película en blanco y negro, mientras se encienden las luces de un cine de verano, y en la pantalla aparece las dos únicas palabras que conoce en inglés: the end

El calor aprieta de lo suyo. Pepe ha cerrado el bar a las doce de la noche del treinta y uno de agosto. En la puerta, un cartel anuncia que cierra por jubilación. Pepe nunca ha sido de letra pequeña, pero en esta ocasión, ha dejado una nota manuscrita: «Aquí yacen cuarenta años de mi vida. Si venís a buscar dinero, habéis llegado tarde. Si venís a pagarme lo que me debéis, podéis ingresarlo en una cuenta de ahorros a nombre de vuestros hijos o nietos». 

Ni medallas al trabajo, ni placas de reconocimiento, ni calles rotuladas con su nombre. Pepe ha echado el cierre al negocio y se marcha como él dice «a la sala de espera». Mientras nuestro pequeño mundo anda revuelto entre lazos amarillos de quita y pon, cambios de hora para envolvernos en el debate de un tiempo que se nos va de las manos; entre políticos que van a la gresca en discusiones que solo les benefician a ellos, porque el pueblo, ese pueblo al que ellos recurren en llamar, estamos a verlas venir, porque andamos bastante desorientados, por no decir que agotados; entre el burofax a un Presidente, porque los Franco no se gastan dinero en un requerimiento notarial, para evitar que se retiren los restos de un dictador, al que ya deberíamos haber sacado, porque su familia no ha pagado la tasa del cementerio; mientras todos están  más preocupados de lo que se dice en Twitter, que en escuchar al que tenemos a nuestro lado; mientras alguien pensó que el BOE hizo su agosto marchándose de putas; y mientras las pateras siguen llegando a las costas, con una Europa que es cada día que pasa, menos Europa; y mientras el contador de mujeres víctimas de esa violencia machista no hacemos que se detenga…,mientras todo eso sucede, y mucho más, Pepe ha echado el cierre con apenas mil euros en el bolsillo y pensando en cómo a partir de ahora, vuelve a llegar a fin de mes.

Pepe ya no volverá a poner más cafés. Ahora que llega el mes de septiembre y un cabañuelista anuncia que nos espera otro otoño caliente, y lo dice con la jactancia del que se burla de un pasado no muy lejano, y con la amenaza de que la historia vuelve a empezar, no sé si la solución es recetarle un antiinflamatorio verbal, pero esto para algunos parece que es el retorno a su edén.

Pepe ha echado el cierre, y ahora me pregunto quién nos pondrá ese café para llevar.

YA PASÓ LA HORA DE TOCARNOS LAS PELOTAS

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El mundial de Rusia está llegando a su final. Este año la euforia roja ha quedado desteñida desde sus inicios, pero los únicos que parecen haber sufrido ese cataclismo son los bares que han tenido guardar las pantallas gigantes antes de tiempo, si es que no las han devuelto al MediaMarkt alegando que están aún en período de garantía porque tienen un defecto de fabricación, porque algo falla cuando no se cumplen los sueños de los que se sientan frente a esa pantalla de cristal de ciento veinte pulgadas, embutidos en una camiseta roja con la escudo nacional a un lado, y la marca de cerveza al otro.

Los analistas y filósofos futboleros, y los comentaristas de pobreza léxica especializados en tocar el balón, han ejercido la suerte de disertar acerca de las causas de por qué la selección española ha regresado más pronto que tarde a casa. Que si todo comenzó ya mal con la destitución del seleccionador pocas horas antes de comenzar el mundial; que si el guardameta era la inseguridad personificada y no había ayuda psicológica de emergencia; que si la defensa estaba muy desorganizada; o que si el lanzador de ese penalti fallido ya era centro de la desconfianza de un compañero que avisó al míster de urgencias que habían colocado como entrenador,  y que con aquella mirada le dijo, que quien avisa no es traidor… En fin, que el mundial de Rusia se acaba, que los de la roja no se han enrojecido por su fracaso porque no sienten el miedo de llegar a fin de mes sin dinero, ya que ninguno tiene las cuentas bancarias en rojo; y lo que ahora es noticia en el mundo del balón, es que Ronaldo se haya marchado a Italia y haya abandonado al Real Madrid, y ha dejado la Casa Blanca para otra mano de pintura.

A estas alturas del mes de julio, cuando el mundial ya toca su final, y todos pensábamos que podríamos disfrutar de unas vacaciones futboleras, queda por jugar la prórroga de otro partido, y mientras Sánchez y Torra se han sentado en un sofá para abrir lo que dicen una vía de diálogo, vuelve a ser noticia que dos mujeres han sido asesinadas por esa lacra de una violencia machista que parece no tener fin. Creo que ya va siendo hora de que dejemos tanto de pensar en tocar(nos) la pelota, y nos pongamos a encontrar una solución, porque estamos en un punto de este partido, en el que lo único que corre es el tiempo de descuento.

CINCO HORAS

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He vaciado nuestra última copa.
He derramado el bourbon
sobre los pétalos esparcidos de las rosas,
que se quedaron sin primavera.

He esperado cinco horas.
En el reencuentro te espero,
apoyado en la barra del bar,
para besarnos entre cubitos de hielo.