DEJAD EN PAZ AL PACIFISMO

 

paloma de la paz by Rafael Alberti
Paloma de la Paz de Rafael Alberti

Rotación y traslación. Los días, las semanas, los meses y los años. De nuevo a las puertas de celebrar otra nochevieja. De nuevo la llegada del epílogo de trescientos sesenta y cinco días. De nuevo poniéndole música propia al final de una historia y al comienzo de otra con el sonido de las campanadas de un reloj que se encarga de recordarnos el paso del tiempo. De nuevo sonarán los brindis con unas copas a medio llenar. De nuevo los abrazos y los besos con buenos deseos y propósitos para los siguientes doce meses que están por llegar. De nuevo, los mensajes de amor y paz. Rotación y traslación. La tierra sigue girando.

Cuando aún resuenan en nuestros oídos esa otra música navideña de las voces de los niños de San Ildefonso, y como la diosa fortuna no se ha dignado en rozarnos ni siquiera con el simple premio de un reintegro, la gran mayoría de los ciudadanos de este país (cada vez me creo menos eso de que esto ya sea un país), recurrimos a la salud como un premio de consolación. ¿Qué mejor premio que la salud, verdad?

Con salud se va a todas partes, me decían de pequeño. No les faltaba razón. Pero supongo que me lo decían porque además de ser una buena tabla de salvación para otras situaciones, era una buena manera de apostillar que no tenía de qué quejarme, y evitar con ello cualquier tipo de reivindicación de carácter material que en la niñez y en la juventud se etiqueta bajo una palabra: capricho.

Caprichos tenemos todos. Y de caprichosos está inundado este planeta. No sé si nuestros gobernantes son unos caprichosos. No sé si actúan de manera caprichosa, de forma muchas veces arbitraria, pero sí creo que todos han entrado en una esquizofrenia colectiva, y nos están llevando a ella lastrados por supuestos intereses generales y colectivos que desde hace ya tiempo casi desconocemos. Nuestra salud se resiente. Nuestra salud peligra.

Intereses generales y colectivos que dicen defenderse desde el pacifismo, desde los valores democráticos que nos hemos dado, pero que muchos han comenzado a cuestionar. A cuestionar desde el más absoluto cinismo. Democracia, convivencia, libertad, derechos, concordia, pluralismo…Los usuarios de palabras gruesas que dicen defenderlas, lo hacen con el pacifismo como telón de fondo. 

Alguien me dijo una vez que la paz es la ausencia de odio. No sé si la frase es suya o tomada de algún conocido o desconocido. Pero ahora que ya han dejado de cantar los niños de San Ildefonso y que se avecinan las campanadas de otro nuevo año, y cuando estamos ya inmersos en esta tregua navideña donde se proclama el amor y la paz, todavía quedan muchos cínicos que siguen hablando del pacifismo, pero sin abandonar el odio en el que siguen instalados.  

Traslación y rotación. La tierra sigue girando. Llega la Navidad. Dejad en paz al pacifismo, por la salud individual y colectiva.

Me marcho para leer a Alberti. Y canta Serrat, no dejes de cantar.

LA MAR LO SABE

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Te confieso que tengo miedo a esas dos palabras que viven entre signos de interrogación. Tengo miedo a no encontrar una respuesta a lo que no debería ser una duda. Tengo miedo, sí. Miedo a ese ¿te acuerdas?, que sobrevuela nuestro último encuentro. 

En ese te acuerdas, sobrevivimos al pasado al que muchas veces no queremos acudir, pero que siempre nos salva de un presente que nos atrapa. En ese te acuerdas, creemos que los recuerdos son simples momentos que forman parte de un tiempo olvidado, pero que descubrimos que son la esencia de nuestra supervivencia. En ese te acuerdas, se encuentran las mañanas en las que muchos vuelan sus cometas en la playa para dejarse llevar por el viento, mientras otros izan la velas de su barco para echarse a la mar. En ese te acuerdas, llegan las noches donde muchos miran a las estrellas, mientras otros se sumergen en el fondo del mar para acariciarlas.

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En ese te acuerdas, las gaviotas de Alberti se arremolinan en las redes que se tejen cada tarde entre versos y que a media mañana regresan al muelle de levante. En ese te acuerdas, el Vaporcito se hace dueño de la bahía entre cuartetas y al ritmo del tres por cuatro.  En ese te acuerdas, muchos caminan por la orilla con la esperanza de encontrar una botella con un mensaje en su interior, mientras nosotros recorremos cada mañana la arena mojada buscando aquellas caracolas para llevarnos su sonido a casa. En ese te acuerdas, solo la mar lo sabe, sabe que la vida continúa cuando nos asomamos para ver la luz del atardecer.