FUTBOLEROS DE PUENTE

Según se mire, todo lo que supere el minuto 90 de partido puede ser un tiempo añadido o uno de descuento. En el fútbol, la botella medio llena o medio vacía depende mucho del estado de ánimo. Y aunque el positivismo llegó al mundo del balompié hace ya mucho tiempo de la mano de aquellos entrenadores que hacen de psicólogos, todavía quedan optimistas que nunca han corrido un kilómetro y medio y piensan que correr un maratón se hace en menos de dos horas y sin hacer antes un ejercicio de calentamiento.

Lewandoswski ha resuelto el partido frente al Valencia en el minuto 93 y ha maquillado la pésima semana blaugrana. Los del manzanares, sin embargo, no levantan cabeza y después de vivir el surrealismo de un penalti que no entró ni a la de tres, han acabado perdiendo frente a los amarillos, bajo el himno de Manolo Santander, y han visto en el marcador el anuncio del cambio de hora de esta madrugada. Por tanto, para gustos y disgustos, los colores.

Lo que tengo menos claro es si para la renovación del CGPJ estamos en tiempo añadido o uno de descuento, en si debemos confiar en el optimismo o caer en el pesimismo; en si tenemos que pensar que si el acuerdo no llega, lo que habrá que cambiar no es el acuerdo, sino los interlocutores. Y tampoco me queda claro si en ese conflicto bélico que no miramos de frente, llegará el día que alguien reclamará el diálogo para encontrar una solución, porque si esa palabra sirvió para justificar la de conflictos que ahora no quiero pronunciar, por qué no va a servir para tender un puente para alcanzar la paz.

Hablando de puente. Mañana por la tarde seguiré con mis tareas profesionales como buen autónomo que se precie, pero por la mañana me voy de medio puente y estaré en la Feria del Libro de Sevilla firmando ejemplares de mi último libro, El día menos pensado. Lo de firmar puede ser una broma para un escritor como este que ahora habla y me vea pidiendo al árbitro que pite el final del partido antes de tiempo. No obstante, como siempre he confiado en las segundas oportunidades, el jueves estaré de nuevo por tierras hispalenses ejerciendo de escritor animado y lleno de optimismo.

De fondo se oye el sonido del silbato.

Anuncio publicitario

EN CAÍDA LIBRE

Cuando me dispongo a escribir estas palabras, lo hago con una duda: ¿uso el pretérito perfecto simple o el pretérito perfecto compuesto? La tentación y el deseo me llevan al primero, la realidad me hace caminar hacia el segundo.

No hace veinticuatro horas que me lo han presentado. Hemos entrelazado las manos como saludo de cortesía. Su voz, nada fuera de lo normal. No tiene una tonalidad especial, ni grave ni aguda, sin acento de un lugar u otro; es un híbrido de muchas partes y de ninguna. Intentando que no se percate, realizo un breve recorrido visual. No pretendo radiografiarle ni caer en el análisis, pero con un primer vistazo ya tengo mi idea hecha. El cárdigan azul, camisa blanca de cuello inglés y pantalones vaqueros con la etiqueta de jeans lo convierte en el prototipo de niño bien. Su barba, cuidadosamente descuidada. Las gafas progresivas, que coloca en el lugar exacto de su nariz aguileña, es lo más cercano que he visto a una pose de progre de sofá; necesita disimular que la cartera la tiene repleta de tarjetas bancarias con los colores de las medallas de un podio olímpico. Se llama Jenaro Jiménez, aunque él prefiere llamarse Genaro Giménez. Aparentemente, que use la j o la g no tiene importancia, pero el sujeto tiene un cierto regusto a vanidad, y para mí, que se autoproclame como Genaro Giménez lo que me invita es a colocarle como segundo apellido el de Gilipollas. Este prenda no hace falta que alcance las tres G, para saber que necesita muy poco para perder la conciencia.

Es un charlatán. Después de cinco minutos de conversación, el corrillo que lo rodea ya sabe que GG (siglas por el que se le conoce) se dedica a la inteligencia artificial, aunque alguno murmura que es técnico especialista en informática de apaga y enciende (la solución universal de cualquier problema tecnológico). Después de cinco minutos más de monólogo de GGG (estas siglas se la atribuyo de cosecha propia), se agolpan nuevos invitados y descubrimos que su afición a la música no le ha llevado a tocar la guitarra española, la bandurria ni la flauta (como a cualquier ciudadano normal), sino que lo suyo es darle al ukelele. Es evidente que al tipo le gusta dar la nota. Y después de otros quince minutos donde no ha parado de dar su discurso con tintes mitineros, el GG, o GGG según se tercie, reconoce que prefiere ver las películas en versión original, o como mucho con subtítulos, para perfeccionar el B1, el B2 y el C que está a punto obtener.

Como habrán podido comprobar, GG, que no es JJ, pero sí GGG, no es un sujeto que pudiéramos llamar normal (quién lo es). Hace escasamente unas horas que lo he conocido y, en ese tiempo que confieso es muy poco para saber más de él, me doy cuenta que no es que no me caiga bien, sino que me cae particularmente mal. A decir verdad, si de caer bien o mal se trata, tenemos que tener presente que hasta uno mismo cae como cae. Indudablemente, lo de caer (y caerse) siempre ha sido un deporte de riesgo.

Y AHORA QUÉ LE DIGO A MI HIJO

La fotografía es de César Lucas y está obtenida de la enciclopedia «La mirada del tiempo» editada por El País.

Año 2022. Hemos alcanzado un mundo distópico. Tal vez no era lo que habíamos pensado, pero en eso consiste la distopía. Dejen de escribir novelas futuristas, el presente ha conseguido alcanzar el clímax de todas aquellas historias que teníamos en la imaginación.

Los coches continúan circulando por las calles y las retenciones siguen en las carreteras en las operaciones de salida y retorno de las vacaciones. Los automóviles son cada vez más fantásticos. Pero no vuelan. No saben volar entre los edificios. Eso forma parte de los sueños de un pasado, tal vez no muy lejano. ¿Recuerdas cuál fue tu primer coche?

El hombre quiere regresar a la luna. Hace unos días, el cohete ha tenido un fallo en los pistones de inyección. No pasa nada, algún jefe de taller dará con la solución y el copiloto le dirá: «¡trata de arrancarlo, Carlos, trata de arrancarlo, por Dios!». Mientras tanto, los agnósticos siguen proclamando que el satélite acompañante de la Tierra, como Sancho hizo con don Quijote, es una imagen proyectada, no es real. Dicen que Asimov se ha reencarnado en un Steven Spielberg que nos engaña. Con un cañón de luz ilumina las noches oscuras, proyecta sobre el cielo ese diorama como aquella estela que existía en los cines. ¿Recuerdas aquellos cines de verano?

La sociedad ya no está dividida en clases. Ya no existen ricos ni pobres. Con el metaverso, todos somos iguales, salvo que a un lado están los enriquecidos y, al otro, los empobrecidos (para los eufemismos somos únicos). En esta distopía, dos genios han decidido unir sus fuerzas: Bill Gates y un Steve Jobs resucitado han creado una UTE, comprado un garaje en proindiviso y han inventado el holograma jornalero. Algunos ya no tienen que ir a trabajar (el culmen de la conciliación laboral y familiar), ahora solo curra «el otro yo» que se marcha a la oficina virtual. El único inconveniente es el precio. Solo los enriquecidos pueden tener el suyo. Lo compran por internet y se lo sirven a domicilio, pero a esa hora de la siesta en la que te llaman las empresas de telefonía para venderte un internet con 24G. Sin embargo, los empobrecidos solo tienen derecho a un holograma de marca blanca, y gracias a las subvenciones a cobro revertido y previo pago de los gastos de reembolso. Hace dos días, la polícía desarticuló un red dedicada a la trata de hologramas de imitación. ¿Recuerdas a los manteros?

Año 2022. La democracia ya no existe. No importa, qué mas da. La gente es feliz. Tiktok, fotografía de postureo sin filtro, un tuit para dar que hablar. El pueblo tiene derechos, derecho al bla bla bla. La vida está más cara, no llegamos a fin de mes, pero sacan a unos niñatos a las ventanas y todos al bla bla bla. Que la educación y la sanidad no funcione, no sucede nada, todos al bla bla bla; que la justicia funcione lentamente y tenga como banda sonora aquella canción del Despacito, todos al bla bla bla. La factura de la luz, sube que te sube, pero el alcalde del break dance ya ha anunciado que las luces de Navidad las encenderá más pronto que tarde. La democracia está en manos de dos o tres y el resto al bla bla bla. ¿Recuerdas qué era la democracia?

Hace casi medio siglo de aquella fotografía. Hace casi cincuenta años que lo vi con el puño en alto. Por aquel entonces salió a la calle para protestar por la carestía de la vida. Hoy me pregunto qué sería de ese niño y, ahora, qué le digo a mi hijo.

Nota.- Esta imagen se tomó en el febrero de 1976, en la primera gran manifestación de la Transición contra la carestía de la vida. Desde hace años la tengo como un símbolo de la historia reciente de este país. Siempre me he preguntado qué habrá sido de ese niño, quién era él. Mi homenaje a su lucha, a su puño en alto, a su sonrisa, a esa inocencia que siempre guarda la ilusión.

Olga Serrano

Escribiendo...

Lujuria Y Verso

Escritos, pensamientos y deseos. Sin rima, ni prosa. Mi universo en letras.

Confieso que he perdido el miedo

Ya no hay compuertas ni muros que retengan mis palabras. Ahora somos compañeras insurgentes hacia lo que nos hiere.la belleza y la ironía son las mejores armas para expulsar la indiferencia.

La de Maldita Melena

Blog personal de Natalia Robles Mures

Endless dreams and boundless imaginations!

We only live once. Hence, let's not stop dreaming

Alma

Poesía y relatos basados en mi vida y la de otras personas.

A %d blogueros les gusta esto: